La tarde no defraudó. Había expectación por ver el desarrollo de esta corrida, en la que si bien faltó José María Manzanares, se incorporó Alejandro Talavante tras su triunfo del día anterior y se contaba con un torero de garantías como es Julián López El Juli y un jovencísimo malagueño, Saúl Jiménez Fortes, al que hay que ir empezando a hablarle de usted.

No ayudó la corrida de Domingo Hernández y Garcigrande, falta de fuerza y de casta, a pesar de que alguno se dejó y otro sí que fue bueno. Pero había toreros; empezando por el más joven, que por casualidades de la vida se reencontraba con el cartel con el que hace casi un año se convertía en matador de toros en Bilbao.

Aunque tiene otra tarde por delante, Saúl vino a ofrecernos emociones Fortes. No se dio coba con un toro, el primero de su lote, que ya no había hecho cosas buenas en el capote y derribó al picador Tito Sandoval, quien le instrumentó dos buenos puyazos. Luego vivimos el reencuentro de La Malagueta con Juan José Trujillo, refuerzo de lujo para esta feria en la cuadrilla, y que tuvo la vergüenza torera de no saludar después de marrar el segundo par de banderillas porque el toro le echó la cara arriba.

Ahí quedó constatado que la cosa no iba a ser sencilla. El toro fue sincero y expuso pronto sus intenciones, pero enfrente había un torero dispuesto a aguantar tornillazos y lo que hiciera falta. En uno de ellos lo cazó e hizo presa por él en el suelo. Se libró de milagro. Lo razonable para cualquier mortal habría sido irse a por la espada, pero allí lo que hizo fue comenzar la épica. Se echó la mano a la izquierda, se jugó en cada muletazo imposible la cornada, pero no había agua en aquel pozo. El culmen para que paseara una oreja fue un estoconazo tirándose a matar o morir.

El silencio se hizo al tomar el torero de El Puerto de la Torre la muleta en el último de la tarde. Silencio de ceremonia importante, que es lo que se aguardaba. Málaga desea con ansia tener un torero en las grandes ferias, volver a tener una gran figura del toreo. Tras un interesante duelo en quites con El Juli, inició su labor con la rodilla flexionada antes de bajarla mano en redondo. El astado tenía calidad, cierta acometividad de inicio, pero pronto se quedó sin recorrido. Esta vez no había oponente que transmitiera el miedo a los tendidos, todo lo tenía que poner el matador, que estaba dispuesto a meterse entre los pitones para redondear la tarde. Firme y serio con la verdad por delante, caldeó el ambiente a base de circulares invertidos; aunque el conjunto no pudo tener la enjundia deseada.

En su primera comparecencia en el abono malagueño, del que la empresa le ha convertido en uno de sus baluartes, Jiménez Fortes mostró su capacidad para afrontar todos los retos que se le planteen en su carrera, de codearse con los primeros del escalafón. Por eso esa Malagueta en la que creció como torero le espera para mañana sábado, en la que será su segunda y última oportunidad para salir a hombros de sus paisanos.

Talavante. Alejandro Talavante vino ayer a La Malagueta a buscar esa Puerta Grande que a punto estuvo de conseguir el día anterior. Le faltó poco para lograrlo; sólo haber matado correctamente al segundo de su lote. Porque la faena, brindada al público, fue para ello de inicio a fin. Desde los estatuarios y el pase cambiado por la espalda de inicio hasta los remates por bajo finales.

Entre tanto, la plaza se entregó al torero extremeño con una labor en línea ascendente. Primero lo cuajó por el pitón derecho, con una arrucina intercalada, y empleando recursos como un cambio de manos por la espalda. Pero lo mejor tenía que llegar por naturales aunque a la primera de las series le faltó emoción por no tener el ajuste necesario. Pero cuando lo puso fue cuando crujieron los tendidos; igual que estuvo firme al aguantar un parón durante un circular y se lo sacó por la espalda. Se le concedió una oreja tras dos pinchazos y un descabello.

Fue aplaudido en el primero de su lote, con el que estuvo discreto con el capote, constatando que este no es su fuerte. Tras probarlo por los dos pitones de inicio, quedó patente su poca fuerza a pesar de su nobleza. Fue analizando a su oponente en los medios, con tandas cortas de tres derechazos y el de pecho; hasta que se dio cuenta de que era con el pitón izquierdo por el que había que centrar la labor. Faltó el fuelle necesario para tragarse los naturales, y por eso el trasteo no tuvo continuidad. Le sacó un circular al volver al pitón derecho para concluir una faena larga que en su conjunto resultó enganchada. Como sucediera después, en este caso tampoco estuvo correcto con la suerte suprema.

El Juli. Aun sin trofeo, El Juli tampoco defraudó en su única presencia en el abono malagueño. Le tocaron dos toros con diferentes matices, aunque con el común denominador de no colaborar con el triunfo del diestro madrileño. Así, su primero fue un toro nobletón, pero que no podía con el rabo. Salió avanto, por lo que sólo pudo lucir con el capote en un quite templado por delantales al que replicó Talavante por chicuelitas.

Este fue otro de los aspectos destacados del festejo, que los actuantes quisieron dar espectáculo a pesar de las adversidades. Como tenía poca fuerza, lo cuidó de inicio con la muleta, con pases por alto. Pero aún así cabeceaba; circunstancia que por instantes supo solventar al cogerle la velocidad y conseguir que el astado no le tocara el engaño. Pareció que iba a ir a más, e incluso por el pitón izquierdo presentaba calidad. Pero como hemos dicho no podía con su alma. El resultado fue una faena muy técnica, con altibajos, y rubricada con un bajonazo impropio de una figura del toreo.

Su segundo saltaba nada más arrastrarse el primero de Jiménez Fortes. Con la plaza aún con el corazón en un puño, se vivió otro interesante tercio de quites. Y resultó que, sin ser tan Barrabás como el anterior, este de Garcigrande también se defendió; señal inequívoca de su mansedumbre. Nunca se le entregó a la muleta que manejaba El Juli con maestría, hasta que se destapó con un machetazo por el pitón izquierdo al intentar dar un pase de pecho. Con lo que había hecho antes su ahijado, no quedaba más que quedarse en la cara del toro, cruzarse y aguantarle. Finalmente, los derechazos se los tragó el burel de uno en uno. Hubo cierta emoción, pero nuevamente no ayudó la espada para redondear la tarde.