La Feria de Málaga llegaba a sus últimos coletazos. Ayer se celebraba la última de las corridas a pie, y se esperaba como agua de mayo que por fin se viviera una tarde triunfal en La Malagueta. En los días anteriores ya se habían vivido algunas cosas interesantes, pero faltaba una actuación rotunda, de esas que hacen que la afición salga de la plaza toreando.

En su segunda actuación, el joven malagueño Saúl Jiménez Fortes demostró que venía dispuesto a salir por primera vez como matador de toros por la Puerta Grande Manolo Segura siendo fiel a su concepto del toreo. Le correspondieron dos toros de la ganadería de El Pilar (aunque solo pudo lidiar uno ya que el sexto fue devuelto por inválido), que no se pudo lidiar completa y precisó de dos remiendos de Juan Pedro Domecq. Los que llegaron a última hora subieron el nivel de presentación, ya que los anunciados fueron los más discretos de todo el abono por su falta de remate.

Pero Fortes es un torero que, aunque tiene sangre malagueña, se ha formado en los últimos años en tierras salmantinas, y la de El Pilar ha sido una de las ganaderías que más ha pisado en este tiempo; por lo que ha creado un vínculo muy estrecho con su propietario Moisés Fraile. Creía en esos toros, y en el sorteo le tocaron dos. No se sabe muy bien si fue en suerte, ya que la falta de fuerza fue una constante en ellos. Y el sobrero tampoco ayudó…

Al menos el primero que le correspondió sí que tenía mucha clase. Lástima que no pudiera con el rabo, y aunque siempre quiso humillar, no siempre tuvo el recorrido necesario. Fue una pena, porque el diestro siempre estuvo muy bien colocado, lo que en su caso no es noticia. Sí que pudo dejar patente su temple y, como no, esa asombrosa capacidad que tiene de pasarse los pitones muy cerca. Con una serenidad impropia de alguien tan nuevo en una tarde de tanta responsabilidad, estuvo muy por encima de su oponente en una faena finalizada con ayudados a favor de tablas y rubricada con una gran estocada. Sumó su segunda oreja en esta feria y confirmó que es un torero con un enorme futuro por delante.

Con el sobrero sexto, del hierro de Toros de Parladé, no pudo completar una gran actuación por la condición deslucida del astado. Volvió a estar vistoso en un quite por chicuelinas e inició la labor con la muleta por alto con los pies juntos. Se paró enseguida y aunque lo intentó en las cortas distancias sólo pudo mostrar su gran disposición ante un toro que terminó huyendo. Volvió a estar a gran nivel con los aceros y abandonó la plaza en medio de una ovación.

Ponce

Enrique Ponce, en su segunda actuación consecutiva en esta plaza, sustituía a José María Manzanares con la responsabilidad de mejorar las sensaciones dejadas en la tarde anterior. Se le pidió una oreja (de forma minoritaria) en el segundo de su lote. Ya se sabe lo que Málaga quiere a Ponce. Pero esta vez no había argumentos de peso. Cierto es que con ese toro estuvo mejor que en sus tres anteriores, pero eso no es suficiente. Lució con el capote, primero a la verónica, luego por chicuelinas para concluir con una media en el centro del anillo. Pero con la franela, la labor realizada al del Domecq no tuvo la enjundia necesaria para pasear un trofeo. Fue de más a menos, ya que pronto se perdió la embestida alegre del animal, al que ligó en redondo algo despegadito. Le quiso ayudar con molinetes antes de iniciar las series, pero ahí ya mostró su poca fuerza hasta que terminó por diluirse todo. Sólo una estocada algo desprendida caldeó el ambiente al final y cerró una labor en la que Ponce no encontró la conexión de antaño con La Malagueta.

Con el descastado primero tampoco pudo ser. Muy mal picado, lidiado y banderilleado, instrumentó muletazos de uno en uno, siempre en línea, y los más jaleados fueron los de pecho. También quiso estar estético con molinetes y un buen cambio de manos para pasar a torear con la izquierda, pero por ahí el toro ya estaba muy afligido. Se empecinó en sacar derechazos, pero el astado no acometía y terminó tan rajado que se echó por dos veces antes de entrar a matar. Al sentir un pinchazo lo volvió a hacer, y ya nunca más se levantó.

Morante

¿Y qué pasa entre Málaga y Morante para que no termine de entrar en esta plaza? Esta vez tampoco fue, y eso que la afición le esperaba y el diestro también mostró disposición para iniciar un romance que todos nos negamos a creer que sea imposible. Las ganas de agradar del sevillano ya se mostraron con el capote en su primero, dejándonos dos verónicas muy buenas. Lástima que le enganchara en otras. Pero ahí ya se demostró que había ganas, como cuando replicó solemne un quite por chicuelinas de Jiménez Fortes. Inició la faena por el pitón izquierdo, con la mano que marca diferencias. Pero aunque el torero quería, el animal no ayudaba. Por la derecha luego toreó con mucha verdad, como antes de uno en uno, y dejando una trincherilla de regusto. Aún sin posibilidades porque el de El Pilar se quedaba cada vez más corto, se dio más coba que de costumbre hasta que el animal se le coló y eso ya no se lo perdonó. Recibió palmas desde el callejón, señalando que el siguiente iba a ser el toro de su triunfo.

Pero no lo fue, y esta vez no le consintió tanto. Para el recuerdo quedan las verónicas y la media. Y nada más, ya que esta vez no quiso hacer el esfuerzo con el manso y pronto se fue a por la espada para matar de un pinchazo saliéndose de la suerte y dos descabellos. Lo que pudo ser amor terminó realmente en desencuentro. Aún así, es un torero imprescindible en esta y cualquier otra plaza donde se disfrute del toreo más artístico.