El espectáculo pareció llegar por momentos con la segunda corrida de rejones. La última de la Feria de Málaga 2012. Y ni por esas se abrió la Puerta Grande Manolo Segura, cuya cerradura habrá que engrasar para evitar que se oxide por falta de uso. El lleno en los tendidos de sol y los numerosos huecos en la sombra pusieron de manifiesto que el principal problema a la falta de asistencia durante este abono está en los bolsillos, y no en la afición. El mejor cartel que se puede ofrecer hoy en día a caballo regresaba un año más a La Malagueta, con el añadido de presentar a una ganadería que años atrás ha triunfado a pie en nuestra capital, la de Pedro Gutiérrez El Niño de la Capea, que por su procedencia Muribe encajaba a la perfección con el espectáculo. Los primeros toros nos dieron motivos para la esperanza, una circunstancia que por supuesto no iba a ser desaprovechada por fenómenos como Pablo Hermoso de Mendoza o Diego Ventura.

Ambos brillaron a un alto nivel (también el público quiso unir al final a Leonardo Hernández, un peldaño por debajo); comenzando el festejo de un modo muy lucido. Así, el rejoneador navarro apareció ataviado con una casaca bordada y sombrero calañés y enceló con gran limpieza a lomos de Villa a un astado que salió suelto. Ya con las banderillas, mostró una ejecución perfecta de la suerte con Manolete, con el que salió con piruetas en la cara. Le llegó siempre mucho con gran suavidad. Los movimientos fueron los justos, sin atisbo del tristemente famoso caballazo. Pero lo mejor estaba aún por llegar con el caballo Ícaro, que se convirtió su costado en muleta y redondeó una actuación en la que midió el castigo y en la que los palos siempre estuvieron arriba. Sólo el rejón cayó trasero, pese a lo que se solicitó una oreja que nos hacía soñar con que la feria terminara en lo más alto.

Pero con el cuarto no pudo ser, ya que fue un astado más deslucido al que paró con un espectacular quiebro en los medios y al que quiso cuidar con dos rejones de castigo. Valiente con Chenel al pasarle por los adentros, tenía que ser el propio rejoneador quien pusiera toda la carne en el asador para aportar la emoción que le faltaba al murube. Lo vimos con ganas de triunfo en una actuación de un corte más populista del que él acostumbra, con adornos como el teléfono o banderillas cortas. Se le pidió una nueva oreja, que habría sido demasiado a tenor de lo visto, y más aún con su mal uso de los aceros.

Ventura

También Ventura puso las espadas en todo lo acto en su primero, con el que sorprendentemente anduvo sobrio de salida con Girasol, con dos rejones sin florituras. Pero el hispano luso no iba a defraudar después, y puso la carne en el asador con Nazarí, con el que dio hasta una vuelta al ruedo completa galopando de costado. En ese momento, aún antes de clavar la primera banderilla, ya tenía al público en el bolsillo. Variado, con galope a tres pies hizo las cosas bien, sin perder la frescura de su toreo. El colofón de Remate, un precioso equino de capa isabelina con el que clavó tres cortas al violín, terminó de enamorar a La Malagueta, que solicitó con mucha fuerza las dos orejas. La colocación del rejón de muerte, bastante trasero, pudo ser la clave para que la presidenta sólo sacara un pañuelo.

Nos dejó con la miel en los labios, ya que el quinto fue un toro muy parado, al que siempre le faltó un tranco para llegar a las cabalgaduras, y ante el que encontró dificultades para clavar. De hecho, marró dos veces las banderillas con Cheque y se mostró más efectivo con Ordóñez. Quiso solucionarlo todo con Califa, con quien clavó a dos manos y hasta tres rosas. Demasiado castigo y no clavando al estribo como en el anterior sino a la grupa. Quiso aportar la novedad de descabellar desde el caballo, algo que entusiasmó al bondadoso respetable que volvió a pedir premio, aunque en clara minoría.

Leonardo Hernández

En un tono mucho menor que el de sus compañeros, a regañadientes se unió a la pseudofiesta del rejoneo Leonardo Hernández, cierto es que con el lote menos colaborador. Así, se encontró con un primer oponente realmente deslucido, que ya de salida no quiso ni saber del caballo ni del rejoneador.

Sólo embistió a arreones, por lo que resultaba complicarlo templarlo. Lo intentó con Verdi, pero incluso le llegó a tocar al intentar dar piruetas en la cara. El resultado final fue una faena con bastante más espectacularidad que calidad, y marcada por la irregularidad en la colocación.

En el último toro de la Feria de Agosto de Málaga Hernández paseó un trofeo baratito baratito a un toro muy manso de salida que llegó parado a banderilas. Tuvo que aprovechar las querencias para clavar; destacando su labor a lomos de Quieto, con quien clavó al quiebro en corto. Éste fue el episodio más ovacionado de una actuación discreta en su conjunto. Tras un rejón, como todos los anteriores defectuosos, pudo igualar la actuación de sus compañeros ante el beneplácito y la indolencia de absolutamente todos.