Fue como rebobinar una vieja cinta de VHS y volver a 2011. Mena se puso en la calle y le comenzó a llover en el mismo sitio y casi a la misma hora. La única diferencia con entonces es que había más cofradías haciendo su desfile. La historia se repitió en la congregación, que ya había prediseñado también un recorrido alternativo para acortar camino de regreso a Santo Domingo.

La diferencia era que por la mañana las perspectivas no eran malas. Los pronósticos apuntaban a que el tiempo empeoraría de madrugada. Puede que la Esperanza tuviera que pensárselo. Pero Mena, después de lo del año anterior, lo tenía claro: salir iba a salir. Y salió.

El traslado sirvió para demostrar que la congregación cuenta con una infraestructura compleja y bien engrasada, preparada para atender a las autoridades, ayudar a los medios de comunicación y dirigir a quienes quieren colarse en la plaza de Fray Alonso de Santo Tomás, algo que se convierte en misión imposible.

El desembarco se produjo en el Muelle 2 del puerto. Caballeros legionarios del III Tercio de la Legión Don Juan de Austria, con sede en Almería, llegaban a Málaga para rendir honores a la imagen de su protector. Si había gente en el recinto portuario, más gente había por las calles para recibir a la veloz comitiva. Y más aún en los alrededores de Santo Domingo, para asistir al traslado, que se demoró hasta la una menos diez de la tarde, cuando estaba previsto a las doce. Eso hizo que la expectación aumentara, y también el nerviosismo de parte del público, que comenzó a encaramarse a las tapias cercanas en auténticos ejercicios de alpinismo, jaleados por otra parte.

El traslado de Mena es milimétrico. Llega el protocolo, las más altas personalidades civiles y militares (ayer presidía el teniente general jefe de la Fuerza Terrestre, José Ignacio Medina Cebrián) y ya de lejos se aprecia el redoble inconfundible, mezclado con los aplausos. En realidad, el traslado no son más de 15 minutos. La espera, casi desde las 9 de la mañana.

El IV Tercio de la Legión recibió el estandarte del Cristo orlado por los guiones y el imponente crucificado de Palma Burgos salía del interior del templo a hombros de trece soldados que enfilaron el itinerario a los sones del Novio de la Muerte, interpretada por la banda de música. Aplausos, vivas a la legión, y el Cristo a pulso. Todos cantaban.

En ese momento, por acuerdo de junta de gobierno, el hermano mayor de Mena, Antonio Jesús González, imponía la medalla corporativa al soldado Iván Castro, herido en combate en Afganistán, un acto que también fue recibido por aplausos. Tras rezar un Padrenuestro y saludar a la imagen con los banderines de los cuatro tercios, el Cristo fue entronizado.

La procesión. La procesión se puso en la calle puntual y confiada de que esta vez el tiempo iba a respetar. De hecho, ya había tres cofradías iniciando sus recorridos y desde El Carmen y la calle Mármoles también se anunciaban sus inminentes salidas. Existía un plan B, no obstante, parecido al fijado el año anterior: recortar por Atarazanas y cruzar el puente de la Esperanza.

El manto de la Virgen de la Soledad tuvo que ser cubierto con un plástico cuando comenzó a llover en la plaza de Uncibay. Algunos enseres de la congregación se resguardaron en la casa hermandad de Viñeros, y afortunadamente dejó de llover y sólo fue un susto.