No hubo sol. Sí nubes y malas previsiones que el viento se encargó de disipar como si fuera una bocanada de incienso. Hasta el filo de la media noche, porque luego un fuerte aguacero sorprendió a Viñeros en la calle Granada; de hecho, se quejaron de que Mena les impidió acelerar el paso, lo que tuvieron que hacer sin dudar. Cena y Santa Cruz pudieron concluir sus estaciones de penitencia con brillantez; sólo un leve aguacero perturbó a los de San Felipe Neri cuando recorrían su feligresía.

SANTA CRUZLa seriedad por bandera

. Una leve llovizna en el momento de la salida de Santa Cruz creó cierta inquietud. No frenó la salida de esta cofradía, que contaba con buenos datos para la tarde y noche del Jueves Santo. Así llegó a una calle Carretería ya tomada por sillas para ver el Jueves Santo. Y numerosos turistas llegados en cruceros que no paraban de hacer fotos.

La puesta en escena de esta cofradía es otro mundo. Es un elemento extraño en el Jueves Santo, pero no por eso menos necesario. Un tambor anuncia la llegada de la cruz guía, sencilla y rotunda. Detrás, ordenadas filas de nazarenos negros, con esparto y telas humildes. Un cuerpo de acólitos ejemplar, de negro y oro, con seriedad y rigor en su función. Virgen de la Caridad, interpretada por la Banda de las Flores, sonaba cuando el trono de la Virgen de los Dolores en su Amparo y Soledad bajaba por la calle Carretería. La gente se levantaba de las sillas a su paso y el silencio se imponía.

La Virgen, sencilla y elegante, destaca por la belleza de cómo estaba vestida, con esa peculiar forma de llevar el manto con un remate en forma de capucha. La saya, con su bordado en oro en la parte baja, que sube con delicadeza, completa un conjunto fantástico. No queda atrás la decoración floral, con una medida mezcla de rosas rojas, espino, claveles, lirios y azucenas.

La entrada por la calle Andrés Pérez se realizó con la marcha Alma de la Trinidad, para continuar con Soledad por la estrecha y antigua Arcos de la Cabeza. En la plaza de la Virgen de las Penas le esperaba la cofradía de las Penas con las puertas del oratorio abiertas y el guion para recibirlo. Sonaba Flor de San Julián. Una saeta a la cruz y Pasa la Soledad acompañaron a la Virgen antes de entrar en la calle Compañía.

SAGRADA CENALo mejor de la Semana Santa

. El Jueves Santo ya está diseñado también para los cofrades, que ya no pueden tener motivo de queja. La hermandad de la Cena les ofrece un vericueto de buen gusto en la calle Casapalma, ofreciendo nuevos rincones que parecen proyectados expresamente para demostrar cómo se llevan los tronos al compás de la música, haciendo infinita la mecida hasta coronar la lejana cima de Álamos y enlazando una marcha tras otra sin un sólo toque de campana, del tirón. Hombres de trono que sueñan con el varal.

En realidad, la cofradía salió dispuesta a ofrecer un espectáculo para los sentidos cuando decidió poner la cruz guía en la calle, con una salvedad: evitaría el rodeo por Cisneros y Fajardo y entraría al encierro por Puerta Nueva, para sortear la amenaza de lluvia que a la hora de la salida se cernía sobre la ciudad a partir de las once de la noche. Era necesario avisar a las fuerzas de seguridad para evitar posibles altercados.

La Cena no para de crecer y eso se demuestra en su estación de penitencia. No sólo ha sido una revolución estética, espectacular; también en la forma de concebir el sacrificio bajo el peso supremo del aluminio.

Con motivación, concienciados de lo que van a hacer y elevando a la enésima potencia la aparente contradicción que supone disfrutar mientras se sufre. La Cena es una exhibición de pundonor y de mejorar lo que ya parecía inmejorable.

El Señor, rodeado de un colegio apostólico que ha ganado en expresividad con sólo cambiar la posición de sus brazos y sustituir sus vestiduras, iba sobre el trono que ayer por fin pudo estrenar su restauración. Iba exornado con rosas rojas y espigas eucarísticas en pequeñas ánforas. No necesitaba nada más. La agrupación del Dulce Nombre de Granada volvía a poner la música tras el trono.

La Virgen de la Paz significa intimidad, pese a que reina sobre su trono de proporciones inimaginables. Significa oración, aunque arranca aplausos en cada arrancada con el izquierdo. Significa peticiones a sus pies y una vela rizada que es Paz en la Paz. Es una promesa de pies hinchados, mantenerse delante hasta el final porque es imposible apartarle la mirada y menos aún el Jueves Santo.

Maravillosa, con un rostrillo beige y dorado que la hacía aún más bella, rodeada de flores blancas y rosas en piñas que se elevaban en vertical, iluminada por una candelería dispuesta en pico y a los sones de la banda de música de la Paz, que no paraba de tocar, aguantando las marchas sobre el hombro, sin bajar.

Espectacular a la salida, espectacular por la Tribuna y en Casapalma, donde la cofradía ha encontrado el último rincón que necesitaba para llevarse a la gente de calle.

VIÑEROSLa lluvia desluce el desfile

. La hermandad de Viñeros es una de las más esperadas cada Jueves Santo y, año tras año, sorprende a la par que continúa manteniendo sus tradiciones: ha logrado una trabajada imagen de barrio, y es reconocible y reconocida por cualquiera que se precie de tener conocimientos cofrades: si fuera una marca, sería un valor seguro. Aunque pudo realizar la mayor parte del recorrido, la lluvia le sorprendió en calle Granada, y la hermandad aligeró la marcha para refugiarse en su casa.

Este año, la cofradía estrenaba la nueva talla y el dorado del trono del Nazareno, y la saya de la Virgen del Traspaso y Soledad, que no pudo ser estrenada en 2011. Por la tarde, las nubes rodearon la plaza de Viñeros a la hora de la salida, y antes cayeron algunas gotas, pero pudieron echarse la calle con el esplendor habitual, deslucido luego con el aguacero de las once de la noche. Primero, dos arcabuceros custodiaron la llave del sagrario de la Catedral, que cada año lleva el Nazareno en su mano derecha; mientras, la sección de nazarenos del Cristo iba formándose, el Señor de Viñeros, imponente en su trono de carrete con un exorno de lirios, se hacía a la calle. La Agrupación Musical San Lorenzo Mártir interpretó Nostalgia de un Jueves Santo para abandonar la casa hermandad y, acto seguido, para avanzar por la estrechísima calle Biedmas y entrar en Carretería, triunfal. La Plaza de Viñeros es tan estrecha que el trono ha de dar la vuelta en un rincón repleto de gente, pero la maniobra se solventó con la factura técnica habitual sin perder la estética: es lo que hace la experiencia.

Luego, le tocó el turno a la Virgen del Traspaso y Soledad: salió con el Himno Nacional; mención especial hay que hacer a las calas que llevaba la dolorosa: un gusto exquisito.