La Esperanza es lo último que se pierde siempre. Pero desde este Jueves Santo en Málaga no es la última en pasar. Detrás del romero. De esos cincuenta pasos de cada tirón. De los sones triunfales para acompasar su mecida de su palio de esmeralda, la Alameda y Larios asisten al duelo por la muerte de Cristo. El Crucificado más antiguo de la Semana Santa de Málaga adelantó la madrugada por el recorrido oficial.

Durante varios años los componentes de esta mayordomía de Fusionadas han luchado por lograr dos cosas: cambiar el inhóspito horario de la procesión, para fomentar la devoción al Cristo; y pasar por el itinerario de sillas y tribunas, como una cofradía más siendo parte de una corporación que hace estación de penitencia tres días de la Semana Santa. Esto le ha obligado a renunciar a hacer estación de penitencia en el interior de la Catedral, donde se rezaba el vía crucis. También a cambiar las reglas, demasiado estrictas y que permitían pocos cambios. O ninguno.

Pese a todo, los hermanos de Fusionadas, no quisieron renunciar al sello que ha caracterizado al Cristo desde que recuperó el culto externo tras el hallazgo de ese arcón en el coro de San Juan y la restauración que le permitió recuperar su fisonomía de imagen gótica. Y salió de su sede canónica con el acompañamiento de capilla musical y sus sonidos fúnebres. Con la sobriedad de un trono de caoba reestrenado después de haber sido adaptado tras cumplir una dignísima misión durante años a los pies del Cristo de Azotes. Con dos pequeñas ánforas prestando escolta a la cruz, con impecables calas de color morado. Cera verde en los faroles para iluminar al Leño Verde que ha sido martirizado y yace muerto en la cruz. La Vera+Cruz es ya una más entre todas.