El Jueves Santo es día de barroquismo, bordados en oro, tronos grandes e historia de la ciudad recogida en sus cofradias. Entre tanto adjetivo de grandeza se cuela la Santa Cruz. Sencilla, discreta, silenciosa. Su salida desde el interior de San Felipe impone silencio y negro, en un contrataste con una soleada y calurosa tarde. El sol brilla, pero el negro de luto se impone a su paso.

El calor. Ese calor dejó su huella en el cortejo de la Santa Cruz. Su salida penitencial lo fue en el sentido literal. Los que iban descalzos como promesa se encontraron con una calzada especialmente caliente y una docena de lipotimias afectó a las filas de nazarenos de negro riguroso y edad joven. Porque eso es una nota de sus filas de nazarenos, son muy jóvenes. Una nota de esperanza para el futuro de la hermandad.

El único alivio para este cortejo es el recorrido, buscando calles estrechas como el Muro de las Catalinas o Fajardo, que aportan un entorno más acorde con la propuesta estética de la hermandad.

La Unión Musical Maestro Eloy García aportó un repertorio muy melódico, de marchas con gran musicalidad y empaque, que dan un plus al trono a la hora de estar en la calle, como 'La Madrugá' o 'Siervo de tus Dolores'. El exorno floral estaba plagado de guiños simbólicos, como el espino o las azucenas y las rosas a los pies de la cruz.

Con estas mimbres, la Santa Cruz se ha ido haciendo un hueco en el Jueves Santo. Sin más brillo que el de la penitencia y silencio de los integrantes de su cortejo, donde incluso las órdenes de los capataces son habladas, no gritadas.