Ataviados con traje morado y blanco, los hermanacos de la cofradía del Rescate salieron del Convento de la Trinidad con la ilusión del Martes Santo, arropados por cientos de fieles y por el manto negro de las mantillas.

De manera extraordinaria, esta cofradía tuvo su última salida procesional el pasado 15 de agosto, con motivo del 50 aniversario de la incorporación de Nuestra Señora de la Piedad a los desfiles procesionales de la hermandad.

La cofradía del Rescate procesionó al Moreno de la Cruz Blanca y a la Virgen de La Piedad, saliendo puntualmente a las siete y media de la tarde. Este año, la novedad más llamativa fue la salida del Señor en primer lugar para intentar acortar el tiempo de espera de los fieles que esperaban para ver salir las imágenes.

El Señor salió a hombros de 50 hermanacos que van heredando su puesto en el trono de padres a hijos, ya que la demanda es muy alta debido a la gran devoción que hay por esta imagen en la ciudad.

El trono estuvo acompañado musicalmente por la Banda de Cornetas y Tambores de la Vera Cruz de Almogía, que ya acompañó la tarde del Lunes Santo a la cofradía de los Estudiantes.

La hermandad repitió el itinerario del año pasado, que se amplió por las calles del barrio de la Trinidad. El atardecer llegó cuando la cofradía hacía entrada en el recorrido oficial. La primera imagen que entró fue la de la Virgen de la Piedad, portada por 74 hermanacos, entre ellos tres mujeres, acompañada por la Banda de Música San Isidro Labrador de Churriana.

La virgen lució saya nueva y un exvoto del siglo XVIII, restaurado por el orfebre antequerano, Juan Jesús González Hidalgo, además de dos camafeos. La sagrada imagen iba ataviada de forma clásica, con tocado y mantilla blanca a microtablas. Es la primera vez que Encarni Campos y Javier Subires, la visten un Martes Santo.

En cuanto al exorno floral, la cofradía quiso volver al clasicismo de la Semana Santa, con numerosos claveles blancos, incluyéndolos también en las piñas. A los pies llevaba rosas de pitiminí; en el centro de la peana lleva alhelíes blancos y, por primera vez, girasoles.

Tras recorrer las calles del centro de Antequera, la cofradía regresó a su barrio por la calle Lucena, donde le dedicaron varias saetas que tuvieron su apogeo al llegar a la Cruz Blanca, lugar donde los tronos se encontraron y se interpretaron diversas oraciones hechas canción, una tradición en la que hay que recordar las saetas que en su día interpretara la conocida Niña de Antequera.

Pasadas las doce y media de la noche, las imágenes se acercaron a las puertas de la Trinidad donde permanecerán hasta el próximo Martes Santo.