­Torremolinos se rindió este Martes Santo ante la cofradía de El Calvario, que inició su recorrido procesional cuando la noche se cernía sobre los montes que rodean la ciudad, con la incertidumbre en forma de nubes y de gotas de lluvia que salpicaba a los municipios cercanos.

Tras un séquito de nazarenos de túnica negra y capirote de un llamativo color rojo -que recuerda la sangre derramada por Cristo en la cruz- hacía su salida el Santísimo Cristo de la Sentencia.

Unos pasos detrás lo hacía su madre, María Santísima del Calvario en sus Misterios Dolorosos, que acompañaba a su hijo en sus últimos momentos de vida, tras la bendición del párroco y director espiritual de la cofradía, Juan Manuel Báez.

El Cristo recorrió las calles de la localidad a los sones de la Banda de Cornetas y Tambores Amigos de la Música de Antequera, mientras que su madre lo hacía acompañada de la Banda de Cornetas y Tambores de Fusionadas, como es tradicional en esta cofradía, que cumple su undécima salida procesional.

Las dos tallas del imaginero José Dueñas -conocidas como «los calvareños», al tomar prestado el gentilicio del barrio donde tienen su sede canónica- recorrieron las calles a hombros de más de 180 hombres de tronos cada una.

Las imágenes estrenaban este año diversas medallas de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado donadas durante el triduo por miembros de estos cuerpos con vinculación con la cofradía, que dirige Francisco Gil Burgos.

Uno de los momentos más emocionantes de la noche fue el paso de los tronos por la céntrica avenida Palma de Mallorca y la remozada plaza Costa del Sol, donde los ganadores del concurso local le dedicaron varias saetas, a las que se unió algún espontáneo que no pudo dejar de expresar su sentimientos al paso del señor.

Los dos tronos, salidos del taller del orfebre Cristóbal Martos, pasearon durante largo rato al mismo son, y al tañir de la misma campana, hasta llegar a la calle que da acceso a su barrio.

Los capataces no dudaron ni un instante en lucir las imágenes por las calles de su barriada calvareña al compás de la música.

Uno de los momentos más especiales fue la subida por la avenida Joan Miró -conocida como la cuesta de La Bomba- que exige un importante esfuerzo de los portadores para acceder a su barrio y llegar a la iglesia de Cristo Resucitado, sede de la cofradía.

Ya en las puertas de su templo, los dos tronos se encararon para dejar paso a momentos de gran emoción entre los hombres de trono, que se fundieron en una amalgama de túnicas rojas y verdes a pocos minutos de volver a encerrarse en el tinglao montado a las espaldas de la parroquia.

Esta misma cofradía paseará por las calles de Torremolinos a Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores, el Viernes Santo; y al Resucitado, el Domingo de Resurrección.