Tres nombres muy importantes podemos encontrar en el trono de este Cristo del barrio de la Victoria. Por un lado, el diseño de Jesús Castellanos, de quien parte la idea del ángel con la custodia. En segundo lugar, a Antonio Martín, uno de los tallistas sevillanos más prestigiosos, que ejecuta el trono entre 1992 y 1997. Por último, la imaginería del trono es del extremeño radicado en Sevilla Manuel Carmona.

«Es un trono importante porque fue uno de los expuestos en la Catedral, con motivo del 75 aniversario de la Agrupación de Cofradías, como uno de los más representativos de los diferentes estilos, recuerda el catedrático de Historia del Arte Juan Antonio Sánchez López.

Para este experto, autor de la conocida obra El alma de la madera, se trata de un ejemplo de cómo «talleres sevillanos que trabajan con un estilo muy definido han sido capaces de hacer tronos malagueños porque ha habido diseñadores detrás, y en este caso, fue capital, una vez más, la figura de Jesús Castellanos».

En opinión del experto, hay una secuencia de tres tronos malagueños hechos por talleres sevillanos, pero marcados ya por el diseño previo de Jesús Castellanos, que comienza con este trono del Rocío, continúa con el del Cristo de Ánimas de Ciegos, «que es una relectura del primitivo» y culmina con el trono de la Soledad de Mena.

En referencia al trono del Nazareno de los Pasos, Jesús Castellanos proyecta algo que es una de sus señas de identidad como diseñador: «Era muy habitual en Jesús el hecho de tomar motivos del Barroco arquitectónico en Málaga para solucionar determinadas cuestiones como las capillas», destaca Juan Antonio Sánchez López, que explica que se trata de relecturas inspiradas en modelos reales como el Palacio Episcopal o la Catedral.

En lo que respecta a la capilla central, cuya imaginería, como ya dijimos, es de Manuel Carmona, Jesús Castellanos quería que hiciera referencia a «algo importante en la historia de la Cofradía», una idea que proviene, en última instancia, de lo que a su vez Juan Casielles diseñó para el trono de la Virgen del Rocío, pues fue «el primero que incorporó a la Virgen de la Victoria como un elemento iconográfico propio de Málaga en la capilla central, para colocar a la Patrona de Málaga y a la vez, hacer referencia al barrio la Victoria, con su cofradía más idiosincrásica».

Jesús Castellanos retoma esa idea con el fin de recordar la condición de hermandad sacramental del Rocío, por eso «tuvo muy claro que tenía que ser un motivo eucarístico, sacramental, el que presidiera el trono».

Y lo realiza, a partir de un lenguaje universal, «pero implicando a Málaga, para singularizarla», por eso diseña un arcángel que sujeta la custodia: «La idea le viene del ostensorio procesional del Corpus. El que hay ahora es de Manuel Seco Velasco, pero reproduce a su vez uno anterior del siglo XIX que desaparece durante la Guerra Civil».

De este ostensorio del XIX, obra de Bernardo Montiel, el famoso investigador Juan Temboury concluye que se trata del arcángel San Miguel que proclama en el viril el triunfo de Cristo Sacramentado. «Esta idea es la que reinterpreta Manuel Carmona por sugerencia de Jesús Castellanos», apunta Sánchez López.

El catedrático de Historia del Arte también precisa que a San Miguel se le suele identificar por una indumentaria militar «y aquí no la tiene», por lo que bien «puede ser otro».

Estamos además ante un tipo de astil (pie para sostener algo) antropomórfico, «muy del siglo XVIII, que sustituye el vástago tipo balaustre o columna por un ángel».

Para Juan Antonio Sánchez López, lo que el trono del Nazareno de los Pasos demuestra es que «en la tradición histórica de la talla en Málaga, el fallo no era el diseño, sino la ejecución en precario por los tiempos en que se hicieron», y considera que Jesús Castellanos demostró «que el

diseño lo mismo que la ejecución se podían mejorar y cuando hay una buena ejecución y un buen equipo de artistas el resultado es grandioso».

Por último concluye que se trata «del más personal de sus tronos», cuyo proyecto original es de 1987.