Fui el primer niño de mi pandilla en descubrir que los Reyes Magos eran los padres. Debió de ser el año en que mamá ya no vivía con nosotros. Papá me había llevado a la cabalgata. Luego, tal y como hacíamos con mamá, volvimos corriendo a casa para cenar temprano y acostarme enseguida. Papá dijo que yo estaba muy nervioso, así que después de cenar me dio algo para beber y me aseguró que así dormiría de inmediato, pues de lo contrario Melchor pasaría de largo con el fuerte de los playmobil. No funcionó. En algún momento de la noche oí cómo Melchor abría la puerta de mi habitación, completamente oscura. Comprobé que, si bien despierto, mi cuerpo apenas respondía a mi voluntad. Sentí sus manos en la cintura, luego cómo delicadamente me ponía boca a bajo. Cada Navidad papá llama a casa y se queja de lo mismo. No entiendo por qué mamá tampoco me responde a mí.