Cada primavera, cuando el perfume del azahar inunda cada rincón de nuestra alma, Dios se hace hombre en la ciudad del paraíso para volver a despertar al mundo con su mensaje de amor.

Jesucristo, acompañado siempre por la atenta y protectora mirada de su madre, se pasea triunfante a hombros de miles de cofrades, reviviendo a través de diferentes estampas cada momento de su pasión.

La fe reside en los corazones de todos aquellos que forman parte del cortejo y de los que lo observan con devoción. La fe es comprender que el salvador murió por nosotros y que en el amor reside la fuerza para hacer del mundo un lugar mejor.

Ya suenan los toques de campana y el olor a tierra mojada, causado por las lágrimas que vierten los portadores, se mezcla con el aroma del incienso y la sal de nuestra Jerusalén malacitana.