El silencio solo es roto por los crujidos del varal. El Señor de la Agonía se dispone a entrar en la calle San Agustín sin ser mecido. La cruz del nazareno casi acaricia los balcones colindantes del comienzo de la vía. Los portadores y los devotos anhelan volver a vivir esta estampa de la Semana Santa malagueña. No porque se busque la dificultad y mucho menos la alabanza. Los cofrades necesitamos ese momento de recogimiento personal, en el que la emoción y la fe se alzan como una sola realidad para así poder vislumbrar el camino a la salvación.

El tambor vuelve a redoblar. El crucificado ya avanza al son de la marcha y del aplauso del gentío. El momento de oración interior cesa y Málaga entera eleva su rezo al unísono a través de la imagen salvadora del Cristo de la Agonía.