Ciertamente, aquél no estaba siendo nuestro mejor año. Ignoro si por el calor que derretía el aire, pero aquello no iba. Desde la misma salida se notó que íbamos a sufrir en exceso. La ida y la Alameda, mala; el paso por Calderería, lamentable. Pero a la altura del bar Jamón la situación alcanzó cotas escandalosas. La "Niña" nos estaba dando cera de la buena.

La bajada de la rampa ya se pudo catalogar de catastrófica. Un hombre, primorosamente vestido, que observaba la escena y evidente devoto apasionado, no dejaba de animarnos. De repente, lo vemos aparecer con no sé cuantas ristras de churros recién hechos que fueron rápidamente repartidos por todos los varales, aprovechando un descanso. Unas chavalas, divertidas, inmortalizaron el momento en una impagable foto.

Nos reanimó las fuerzas, pero no enmendó una noche que hizo honor a tan agradecido regalo.