El silencio de tu mirada, dice más que mil palabras. Tu gesto de sereno perdón, nos atrae sin saber por qué. Con tus manos atadas, nos muestras la necesidad que tienes de nuestro compromiso con tu Evangelio. El cíngulo que las sujeta, es signo de tu total entrega a la humanidad. Tu túnica blanca nos muestra tu pureza y nos invita a la sencillez: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón". Tu boca entreabierta, nos habla directamente al corazón. Tus pies descalzos, nos invitan a seguir tus pasos: "El que quiera, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga". Tus potencias nos indican, que estamos llamados a reinar contigo sobre nuestras vidas. Tu cruz trinitaria nos muestra a María Madre del Hijo, Hija del Padre y Esposa del Espíritu Santo.

¿Quién se extraña de que la multitud te busque y te siga?