Los primeros sones de "Reo de muerte" ya suenan. La tensión de hacerlo bien contrae la musculatura. Jesús de la soledad tiene que tocar el cielo cuando la marcha rompa. El martillo da los toques de aviso y cientos de hombres, que se mueven como uno solo, agachan sus cuerpos al unísono. La campana suena, la marcha rompe y Jesús casi acaricia el reino de su padre.

El pueblo aplaude de alegría y yo lloro con toda mi alma. Los rayos de sol, que afloran por encima de la torre de la catedral, se reflejan en mis lágrimas. Ya veo el patio de los naranjos. Percibo el olor de la mezcla del incienso y el azahar.

Me siento la persona más afortunada del mundo. Solo las personas de fe, pueden entender la emoción que es para un hombre de trono malagueño llevar al salvador en sus hombros.