¿Me echas cera?» «¿Me echas cera?» «¿Me echas cera?» «¿Me echas cera?» La frase martillea mis neuronas varias horas después de haberme quitado el capirote. «Me echas cera, nazareno? ¿Nazareno? ¿No? Valiente nazareno saborío». Y así fue toda la santa noche del Santo Lunes. Me revestí de malva y tomé mi vela para iluminar su majestad, como un hijo suyo más y renuncié al martillo por ir con Ella en un gesto que quizás nadie entienda pero al que yo le doy todo el significado del mundo y con eso me basta. No era una promesa. Salí a disfrutar y lo logré, a mi modo. A pesar del asedio al que fui sometido por un tropel de niños sin control paterno y con grandes bolas en las manos. Eso sí que es una penitencia. Salí a rezar y pude hacerlo. Por Paz y porque todo vaya bien en menos de un mes ya, si Dios quiere o cuando Él quiera. Salí a llorar y también pude hacerlo. No salí para dar cera ni para dar la mano. Lo siento, no lo entiendo así. A lo mejor es verdad que soy saborío.

Era la última vela de la última sección de la última procesión del Lunes Santo y la última oportunidad de estos pequeños batidores de la vela ajena. «¿Me echas cera?» A los que lo pedían por favor, les daba una pequeña fotografía de los sagrados titulares que llevaba en el bolsillo y creo que ese simple detalle, que no se lo esperaban, lo agradecían mucho más. Por cierto, que me sobraron muchas estampas, ergo pocos fueron los que me lo pedían la cera por favor. Eran una excepción, sorprendente y agradable.

Algo para la reflexión. Buena parte el público daba por sentado que era nazarena. Y niña. Sintomático. Da que pensar en la necesidad de prestigiar la figura del nazareno en esta ciudad de hombres de trono.

Y mi mayordomo sólo tuvo que regañarme una vez. Lo admito, me quedé embelasado viendo la rotundidad de la mecida del palio de la Virgen de la Trinidad, viendo reinando por Málaga a la Señora que, con sólo un instante, te deja cautivado para siempre a los sones de su Sinfónica.

Por cierto, señores hermanos mayores del Lunes Santo: la cofradía del Cautivo firmó en el control de la Alameda a su hora y salió a los 55 minutos. Y cofrades del Cautivo, queridos hermanos, si fuimos capaces de hacerlo este año, ¿por qué no vamos a ser capaces de repetirlo? La procesión se encerró a las 5.10 horas con la sensación de que no podía llegar antes. Y emotivo abrazo con tu compañera esa noche en el silencio.

Más luces. Más luces. La Alameda parece una pista de aterrizaje. Es que hasta molesta. En los alrededores de muchas casas hermandad parece que es de día aunque sean las dos de la madrugada. ¿Pero quién pide tanto foco? ¿Por qué los pone el Ayuntamiento? El barroco a tomar por saco, directamente.

Ayer fue el día de ver la repetición de la jugada, es decir, de ir haciendo zapping por todas las cadenas locales para ver la procesión, cómo iba el Señor (¡sin foco! y sublime), cómo sonaban las bandas y cómo de ordenada iban las filas. Y en una de estas, en PTV, el compañero Coco Jurado, que tiene que dar largas parrafadas para llenar tantas horas de emisión, estalla en sus comentarios. No Coco, no te disculpes, en esto tienes más razón que un santo.

¿Cómo es posible que en esta ciudad los camiones de Limasa no puedan esperar cinco minutos a que pase un trono para empezar a limpiar? Deplorable espectáculo en la madrugada del Martes Santo: cuatro camiones en marcha, con sus sirenas encendidas, servían de patético telón de fondo a la curva de 180 grados de la Virgen de la Trinidad.

Sin Ana Botella. Finalmente, la cofradía de la Paloma no podrá contar con la presencia de Ana Botella hoy en su procesión. La alcaldesa de Madrid ha tenido que suspender su visita por la muerte del genial Antonio Mingote.