Busquen el término rancio abolengo en el diccionario y seguramente, en alguna acepción, aparecerán dos cofradías: la Paloma y El Rico. Dos corporaciones con legado y herencia, de estirpe nazarena e ilustre historia.

La sensación era extraña. El espacio muy reducido y oscuro y allí llevaba ya demasiadas horas. ¿Para qué? De pronto, se hace la luz. Dos pequeñas manos entran en la caja. Ahora la luz le ciega y apenas puede ver. Tampoco puede desplegar sus alas. Sin esperarlo, es batida con fuerza y tras el susto, ve la inmensidad de unos ojos verdes... y hacia ellos vuela y se posa en la corona. ¿Dónde puede estar mejor?

Esa paloma, y otras muchas, sientieron ayer la misma sensación al ser puestas en libertad. Los niños que cuidaron de ellas desde por la mañana hasta el momento de ofrecérsela a la Virgen, participaron de la tradición haciéndose cofrades, puede que sin saberlo. Y la cita volvía a ser en la plaza de San Francisco.

Allí, en la estrechez, la cofradía se siente poderosa, aunque en realidad, deja pequeño cualquier rincón. Carretería, sin ir más lejos, no parece más que una callejuela al paso del trono de la Virgen de la Paloma, que se abría paso entre la multitud, una bulla de lo más chic que la acompañaba desde su capilla. El AVE llegó ayer lleno desde Madrid, sin duda, aunque la alcaldesa se quedara en la capital.

Los primeros nazarenos del Señor de la Puente abrían el cortejo en silencio. La banda de cornetas de la Esperanza iba detrás del trono, de refulgente dorado, en el que Cristo es conducido por el sayón más feo de la Semana Santa. La maniobra para ganar Carretería fue perfecta. En el caso del trono de la Virgen, algo más complicada. Hay, incluso, que replegar los arbotantes. Claveles blancos en las ánforas y liliums en el frontal, Alvarez del Manzano tocando la campana y la Vera+Cruz de Alhaurín El Grande, La Pepa, tocando la Malagueña detrás del trono. La tradición es la tradición.

El Rico: Se cumple la tradición. La expectación que levanta El Rico cada Miércoles Santo está a la altura de la fama de su privilegio: liberar a un preso por la gracia de Carlos III, curiosamente un rey ilustrado. Ayer, la cofradía de la calle La Victoria volvió a dejar su sello característico, especialmente en dos momentos del recorrido: la salida y el acto de la liberación del preso, en la plaza del Obispo.

En la salida, una vez más, el hermano mayor, Pepe Rivas, y miembros de su junta de gobierno comentaban que esta noche, al contrario que el año pasado, la salida iba a ser completa porque la lluvia decidió quedarse en casa. El rezo del Padre Nuestro precede al inicio de la procesión: El Rico se hace a la calle con el Himno Nacional. Seguidamente, Antonio Canillas y Perla de Málaga interpretan sendas saetas que arrancan los primeros aplausos. Pero el momento cumbre de la salida se vive cuando la Banda de Música de Rincón de la Victoria interpreta Nuestro Padre Jesús, una de las marchas más reconocidas de la Semana Santa malagueña.

La Virgen del Amor, acompañada por la Banda de la Vera Cruz de Almogía, sale con el Himno Nacional, tras lo que Perla de Málaga canta una magnífica saeta que vuelve a arrancar algunos aplausos. Luego, suena Virgen y madre del Amor. Las campanadas del Cristo las da Ignacio Cosidó, director general de la Policía Nacional; las de la Virgen, Ángel Yuste, secretario general de Instituciones Penitenciarias.

En la salida se viven momentos bello, especialmente cuando ambos tronos han de realizar una curva para hacerse a la calle, difícil maniobra que sirve para que el cortejo adquiera especial orden y empaque en la calle Alcazabilla.

Pero la existencia de esta cofradía no se entendería sin la liberación del preso: este año, es un mozo de almacén de 26 años, G. M. D., que llevaba 18 meses en prisión por robo con violencia. Fue condenado a cuatro años de privación de libertad. Según dijo, es creyente, pero jamás había salido en procesión. Vestido con túnica y capillo negro que ocultaba su rostro, fue liberado a las nueve de la noche. Se arrodilló cuando Jesús El Rico, lleno de misericordia, le bendijo. Luego, se incorporó a la procesión delante del trono del nazareno. Miles de personas se dieron cita en la plaza del Obispo para asistir al ya tradicional acto.