Cómo picaba ayer el sol del Miércoles Santo en la espalda del crucificado de las Penas cuando se echó a andar para hacer estación de penitencia en la Catedral. La jornada supo resarcirse con creces del varapalo sufrido el pasado año, cuando la lluvia frustró las expectativas de los malagueños y el trabajo de los cofrades. El buen tiempo permaneció durante toda la jornada y animó a muchos a congregarse ante la capilla de la Paloma para ver la salida de sus tronos gigantes. Paso a la Reina de los ojos verdes, la que vence a la estrechez con la inmensidad.

Salesianos | 25 años de promesas

Málaga no tenía una hermandad salesiana y los salesianos malagueños no confiaban mucho en los antiguos alumnos que comenzaron a fraguar hace 25 años la espléndida realidad que hoy por hoy abre el telón del Miércoles Santo malagueño. Una hermandad curtida, pese a su juventud, rigurosa, celosa de los detalles y de penitencia aprendida en Semana Santa y exultante felicidad cada 24 de mayo.

La cofradía de los salesianos se ponían ayer en la calle conmemorando 25 años de promesas a un Cristo bendecido en una sencilla ceremonia en la Pastora en 1989. La obra de Manuel Carmona pronto cuajó. Y el misterio que le acompaña, obra del mismo autor y que ayer lucían vestimentas que le aportaban un mayor colorido. María Cleofás y María Salomé lucían sayas de culto de la Virgen del Auxilio y nuevos mantos.

Mientras que el trono se echaba a andar desde el tinglao -uno de los pocos que quedan en la Semana Santa- desde la calle Pérez de Castro, tras los toques de campana de Rafael López Taza, hermano mayor de la Cena y pregonero de salesianos de este año, el cortejo nazareno, de negro y esparto, salía del interior del Santuario de María Auxiliadora.

La banda de cornetas y tambores del Cautivo volvía a acompañar al misterio, en un día importante para la formación, que devuelve con calidad la confianza depositada. He ahí tu madre sirvió de telón de fondo a los primeros pasos nazarenos, seguido de Auxilio de mis Penas y Dulce Nombre de María, para llegar a la plaza de Capuchinos, donde aguardaban las representaciones de Prendimiento y Dulce Nombre.

A partir de ahí, el tambor marcaba el ritmo para garantizar los tiempos de paso en un itinerario inédito que se adentró en la calle Capuchinos, para bajar a El Molinillo y tras pasar por la capilla de la Piedad, tomar Ollerías a los sones de Innece y Medea, sones clásicos para acompañar el legado imperecedero dejado por Cristo en la cruz, de camino a la Catedral, a donde se llegó con El Señor de Sevilla y se salió con El Salvador.

El angelito de la trasera del trono, que este año lucía un exorno floral de especies variadas en distintos colores sobre risco de corcho, portaba en su mano una gubia y una rama de romero, en alusión a la bendición del Cristo.

Con su ejemplo, con su compromiso, con su saber estar en la procesión, los nazarenos de Don Bosco dan una auténtica lección cada año. Lo hacen en la calle, pero también en la casa hermandad, con obras para atender a quienes más lo necesitan en unos tiempos de especial complicación. Esas mismas colas que se registran cada trimestre ante las puertas de la cofradía para recoger alimentos, se repiten para ver el paso de la cofradía para salir de Capuchinos en una muestra más de que cada acto cofrade tiene unas consecuencias. Acción y reacción.

Paloma | Ojos verdes

La Virgen de la Paloma salió ayer de su capilla en la plaza de San Francisco en medio de una gran expectación tras el truncado Miércoles Santo de 2013. La Virgen de Álvarez Duarte, de gran belleza y ojos verdes, estaba dispuesta sobre su trono dorado, uno de los más grandes e imponentes de nuestra Semana Santa, que este año estrenaba la candelería. Las barras de palio, casi columnas, sostenían el palio que artísticamente se mueve cuando el trono sale de la plaza y vira hacia Carretería.

Una hora tardó la Dolorosa que medio sonríe en salir a la calle desde que la Cruz Guía se puso en la puerta, acompañada por los sones de la banda de La Victoria que tocó magistralmente Reo de Muerte. Primero la chiquillería, extensa, con medallas con la cara del Señor de la Puente, y las insignias. Ordenaba la procesión un miembro de la presidencia en chaqué. Distinción y buen hacer para unos nazarenos con muchas ganas de acompañar a sus titulares. Precisamente esa guardería nazarena es la que se asusta del Berruguita, mítico personaje que acompaña al Señor en el trono junto al romano mientras cruzan la puente del Cedrón.

Después de las túnicas vino tinto y los antifaces blanco inmaculados, la sección de la Virgen, azul mar embravecido y blanco espuma. Decenas de cajas con palomas ávidas por echar a volar y acompañar a la Dolorosa, con un palio dorado que apenas deja lugar al terciopelo.

La maniobra para salir de la plaza es compleja y los altísimos arbotantes del trono se giran sobre sí mismos para evitar los balcones. Algún año se ha fracturado una tulipa. Este año no.

Sonó la Malagueña, Virgen de la Paloma, una marcha que evoca a los 90 y que logra sonrisas en las caras de los presentes. Se abrieron cajas y volaron aves -muchas menos que de costumbre- y el palio pareció desencajarse con el caminar de sus portadores, que evitaron a toda costa el roce con los edificios adyacentes.

Delante, la presidencia. Mantillas y chaqués muy elegantes. Lástima que los empujones de quienes los acompañaban estropearan la estampa.