­Calle arriba, calle abajo. Desde un balcón, un bar o un escalón. Así se vivió ayer el Miércoles Santo, una jornada completa en la que el tiempo volvió a respetar y que invitó a los malagueños a disfrutar de arte, devoción y emoción en la calle. La antesala de lo que hoy viviremos, el primero de los dos festivos, cuando se podría colgar el cartel de «lleno».

Salesianos, sobriedad y oración

El Miércoles Santo comenzó pronto en el barrio de Capuchinos, una de las zonas que cada año gana enteros en ese ranking urbanístico y cofrade en el que siempre parecen relucir El Perchel, la Victoria y la Trinidad. La Semana Santa se va extendiendo a otros puntos de la ciudad, desde los cuales sus cofradías confluyen en el recorrido oficial. Salesianos, que tiene su sede canónica en el santuario de María Auxiliadora, debía salir en la sobremesa, en concreto a las cuatro en punto, pero según explicaron fuentes de la hermandad, un miembro del Servicio de Protocolo sufrió un desvanecimiento poco antes de que se iniciase el desfile. La ambulancia llegó rápidamente y los sanitarios atendieron al hombre que poco a poco recuperó la consciencia, sin que después trascendiera su estado exacto de salud. Lo cierto es que el incidente provocó un retraso de quince minutos en el inicio del cortejo, un tiempo que luego la cofradía recuperó yendo más rápido, a paso de tambor.

La cofradía estrenaba este año una saya para la Virgen del Auxilio, una joya bordada por Juan Rosén. El riguroso negro de las túnicas y los cinturones de esparto daban al cortejo un aspecto recogido, de contención y fe, de forma que todo el desfile va orientado a la íntima penitencia. La factura del misterio es impresionante, con el Cristo de las Penas presidiendo la escena y encomendando a la Virgen del Auxilio como madre de la humanidad, además de San Juan y las otras dos marías. En la parte trasera del trono, los angelitos portaron alusiones a la construcción de la casa hermandad y a la hechura y bendición de la Virgen, hace ya un cuarto de siglo. La cruz guía dirige al desfile en absoluto silencio, sin banda de cabeza y el cortejo adquiere empaque y holgura en la calle Carretería. Detrás, la entrada del trono en esa vía es una delicia, porque los portadores hacen la entrada de un tirón, recreándose y meciendo de forma intermitente mientras escuchan Macarena y Cristo de la Sangre, dos marchas engarzadas interpretadas magistralmente por la Banda de CCTT Jesús Cautivo, que gana enteros cada Semana Mayor y que, justo nada más salir, interpretó Auxilio de mis Penas en honor a la Virgen.

Fusionadas, bendita locura

Más de 500 nazarenos de distintas secciones y colores. Otros tantos portadores, con sus fajas y túnicas. Dos bandas, una de ellas de cornetas y tambores. La otra, de música. Decenas de responsables ocupándose de que el Miércoles Santo nada falle: estamos en San Juan, donde en Semana Santa llega a reinar la locura, aunque bendita. Capirotes, insignias, bocinas, banderas y velas, muchas velas. El esparto como protagonista y una nube de incienso como testigo de la salida de Fusionadas.

Las puertas de San Juan se abrieron al filo de las 17.15 horas de la tarde. Sonó una saeta improvisada desde el público que quiso honrar así la presencia de la Cruz Guía. Después, salieron ordenadamente los nazarenos de Azotes y Columna, sección que estrenaba una reproducción de placa pectoral de 1793 portada por la pertiguera. Avanzó el trono unos metros entre el silencio del resto de nazarenos y portadores y sonó la Marcha Real interpretada por la Banda de los Palacios. Tras ella, Sagrado Corazón, cuando el primer trono de los cuatro ya estaba en Calderón de la Barca.

Se recogía de nuevo San Juan para propiciar el cambio y que los nazarenos de antifaz rojo acompañaran al Señor de Exaltación. Cirios sacramentales para iluminar el camino del crucificado de Buiza que es izado para su martirio. Oro para su trono y como estrenos dos faroles dorados de los talleres de Angulo, así como dos incensarios y la bandera monacal con la Cruz de Malta. Las cornetas y tambores de la banda con plumaje rojo de Fusionadas salieron del interior de la iglesia para acompañar a su Cristo. Tocaron la Marcha Real y tras ella, magistralmente Cristo del Amor.

El público que asiste a la salida de Fusionadas es consciente de que la paciencia es fundamental para asistir a su puesta en escena, pues requiere de cerca de dos horas de espera que, eso sí, ayer pasaron volando ante la ausencia de parones prolongados. Avanzaba con paso decidido la Exaltación en un alarde del buen gusto musical hacia Especerías cuando llegó la Brigada Paracaidista, de la que es protector el crucificado de Ánimas de Ciegos. La banda de música de la Esperanza, que puso música al Mayor Dolor, tocó Ánimas de Ciegos de Perfecto Artola mientras el trono avanzaba por el interior de San Juan, desde el altar mayor hasta la misma puerta. Fuera, los banderines de los militares esperaban al Señor para acompañarle tocando con maestría y decisión el bolero, que ya por la mañana lo habían trasladado. Las armas al hombro, el tambor en un redoble infinito y los pies arriba. Se perdía el crucificado cuando se vislumbró el azul mar de la sección de Mayor Dolor. Tocó la campana el gerente de los hospitales Clínico y Carlos Haya, José Luis Doña.

La banda de la Esperanza interpretó con entusiasmo Cofrade del Mayor Dolor marcha dedicada por Antonio Banderas a la dolorosa para orgullo de sus hermanos y estrenada en la Semana Santa de 2014. La dolorosa, acompañada por San Juan en sacra conversación, llevaba en la candelería el cirio «Lágrimas de vida». Entraban los rayos de sol de la tarde y el Miércoles Santo ya era una realidad. Para recordárnoslo, sonaron las palilleras de la banda de música que, una vez la Virgen estuvo en la calle, no sin dificultad, interpretó Nuestra Señora del Mayor Dolor.