El español no tiene sentido del humor, tiene nula capacidad para reírse de uno mismo», según el Gran Wyoming. Parece que los cofrades seamos más españoles que nadie. Siempre he pensado que no hay que tomarse la vida demasiado en serio, total, no conozco a nadie que haya salido vivo de ella. Los cofrades, como reflexionaba aquel, encima somos los únicos que pagamos por sufrir. Bueno, y los socios del Málaga con la lesión de Toulalan.

Para que mesentienda, no hablo del colmillito hijoputesco, sino del humor bien entendido. El humor que es capaz de encubrir una crítica constructiva y que permite decir lo que uno piensa sin más artificios que la palabra. Pero, lamentablemente, los cofrades no queremos ser así. Queremos ir de rectos por la vida. Bah. Aburridos.

Eso sí, en los círculos privados somos capaces de ser malvados hasta límites insospechados con el de enfrente; hablar de forma irrespetuosa de cualquier cosa y después hacernos los sorprendidos cuando uno de los muchos correveidile cofrades nos llegan con eso de: «Pues vaya mosqueo tiene éste con lo que has dicho de su Virgen».

Si en Carnavales todo está permitido, en Semana Santa la crítica está prohibida so pena de fustigación pública en la plaza del pueblo y cruz y raya del ente criticado. «A ese no lo llames, que es un cabrón». Y tal.

A uno, que le resbala todo mucho, le llama especialmente la atención ver a tipos dentro de hermandades que son capaces de escribir cosas al estilo de: «A tu Virgen lo que le hace falta es que le pongan un muro de ladrillos para que esté guapa». Verídico. Estos estetas… Ese es precisamente el tipo de humor malafollá que frecuenta una casta cofrade que cada día me cae más gorda.

Ea, ya lo he soltado.

Coda: «Hola, ¿está el enemigo?». Don Miguel, en esto de las cofradías es que no hay enemigos. «Que se ponga». Pero… «Que se ponga, leches».