La suerte está echada o casi. El trabajo de todo el año se pone en valor en estos últimos de días de una Cuaresma repleta de actos de todo tipo donde el voto político se ha mezclado con los buenos idus de un marzo que se nos va sin aclararnos si va a hacer buen tiempo o los ramos y las palmas se mojarán o helarán la próxima semana.

Este es el llamado fin de semana del pregón donde la ilusión y el trabajo de la persona encargada de «cantar nuestras virtudes» se enfrenta al juicio de un sanedrín que, en la mayoría de los casos, no está capacitado para analizar un texto donde juega a partes iguales con la retórica y el corazón, con la memoria y el que dirán. Siempre será distinto lo que se diga y lo que queríamos escuchar.

El cofrade, ese oscuro personaje que los tiempos traen y llevan, se prepara durante los minutos que dura el pregón en el teatro Cervantes para afrontar una semana de presurosos preparativos. Si el pregón es bueno y gusta, sacará pecho ante los que conocen su condición y si el acto duró demasiado, el texto fue trivial o se apoyó en el ripio, justificará al lector en su condición de hermanos.

La sabiduría de Pepe Atencia ha blasonado la presentación del pregonero con el ingenio de su «Ten por seguro que el tuyo será el mejor pregón de la Semana Santa de Málaga de este año» y una vez más estará en lo cierto. El pregón es una pieza menor en la construcción literaria que está anquilosada en el tiempo y su anacronía es patente en un mundo regido por la ley del mando a distancia cuyas normas todos conocemos y que queda de manifiesto en la inmensa oferta que pone a nuestro alcance.

Es época de urgencias y recogimiento. Los nerviosos empezarán a correr sin una razón lógica en los entresijos de los traslados mientras los más veteranos se encontrarán hablándole al Cautivo en la intimidad obligada de un hospital. Apenas en unas horas, la pregonera se enfrentará a la oscuridad abarrotada de fiscales de la cúpula azul del teatro y su palabra marcará el camino que seguiremos los que creemos en una salvación de varal y penitente.