La predicción estaba clara: a partir de las once de la noche del Viernes Santo, las probabilidades de que lloviera ascendían a un 80%. Con ese panorama, las cofradías de la tarde se hicieron a la calle, pero el problema era para las que salían a partir de las siete: es decir, Santo Traslado, Amor, Piedad, Sepulcro y Servitas. Y fueron éstas las que más incidentes tuvieron. A media tarde, el sol era de justicia y sólo unas tímidas nubes amenazaban la solemnidad del día. A las nueve de la noche los nervios se desbordaron porque todo hacía presagiar un gran aguacero. El tramo entre las 21.00 a las 23.00 horas fue ayer un auténtico caos. Sepulcro, Amor y Piedad volvieron a sus sedes, y a Santo Traslado le cayó la mundial.

Álamos a las 21.00 horas

El Amor llegó desde la Victoria con la intención de decidir en la plaza de la Merced si seguir o no. Se reunió la permanente y se llamó numerosas veces a Aemet. La cruz guía avanzaba lentamente por la calle Álamos, dejando atrás las vías que podían procurarle un pronto regreso, hasta que llegó al principio de Carretería. Iba tan lento, que a eso de las nueve y media tomaron la decisión de volver. Con la Piedad clavada en Ollerías una hora a la espera de que avanzase la corporación victoriana. No llovía, pero el agua no iba a tardar. Al final el Amor eligió el camino más difícil y el último viable para evitar que la lluvia destrozara sus enseres en el recorrido oficial: giró por Tejón y Rodríguez y subió por Casapalma y Cárcer.

Esa decisión motivó una situación peculiar. Amor no podía avanzar porque el Sepulcro ocupaba Álamos y seguía la estela del trono de la Virgen de la Caridad. Tenían que esperar a que pasara el Sepulcro, mientras el cortejo se comprimía en Tejón y Rodríguez y Casapalma para salir de Álamos y permitir el paso del Sepulcro. Mientras, la Piedad esperaba en Ollerías. Esta situación bloqueó a las tres hermandades durante un tiempo precioso.

Tras unos minutos de indecisión, una reunión de los tres hermanos mayores permitió aclarar los caminos. Amor siguió su regreso a la Victoria. El Sepulcro, que pensaba hacer el recorrido de forma rápida, optó por seguir el atajo de la cofradía del Amor y volver a la calle Alcazabilla.

La Piedad optó por continuar, si bien a las 22.30 horas, decidió darse la vuelta. El trono hizo la maniobra en calle Tejón y Rodríguez y los nazarenos abandonaron Carretería para formar en Ollería y volver al Molinillo.

Los inicios

Una procesión truncada por la amenaza de lluvia

Todo empezó bien el Viernes Santo para el Amor, la Piedad y el Sepulcro. Su salidas procesionales se hicieron con calma, aunque con la amenaza de lluvia para las 2 de la madrugada y que luego se adelantó.

En la salida del Amor se agolparon miles de personas en la calle Fernando el Católico. Los tronos lucían espectaculares con la candelería encendida. El Crucificado se hizo a la calle con el Himno Nacional y, seguidamente, con la marcha Cristo del Amor, interpretada por la Banda del Maestro Eloy García.

Mientras, la Virgen de la Caridad es mecida dentro de la sede. El Señor bajó por la calle y recibió tímidas petaladas. El rector del Santuario de la Victoria, Ignacio Mantilla, dio las campanadas de honor al trono de la Virgen de la Caridad. Primero, el Ubi Caritas acompañó al trono en Fernando el Católico.

La Piedad volvió a demostrar su tirón popular en El Molinillo durante su salida, con miles de personas que acompañaron la salida del cortejo, desde el interior de la parroquia de San Dámaso Papa, y del trono. Una vez en San Bartolomé, la cantaora Celia interpretó una saeta a la Virgen de la Piedad, que inició su procesión con Cristo del Amor y Jesús de la Pasión. Un año más, la cuidada selección de marchas permitió añadirle solemnidad y elegancia a la procesión, por encima de los problemas ocasionados por la lluvia. Se encerró con La muerte no es el final.

Sepulcro salió con la prisa de hacer su recorrido pronto, antes de las dos de la madrugada, que era cuando preveían que llovería. Esa rapidez no estuvo reñida con la elegancia de este cortejo. Austero y cuidado, el cortejo aguantó las idas y venidas con serenidad. El trono volvió a silenciar la calle a su paso, con la suavidad de su paso y el Señor muerto sobre él. La Virgen de la Soledad, el último gran trono del Viernes Santo, llenó la calle con esplendor, que no escondía el bello rostro de la dolorosa.

Soledad de San Pablo

La confianza de la tarde se convirtió en drama por la noche

La cofradía del Santo Traslado y Soledad de San Pablo se llevó la peor parte en forma de lluvia torrencial cuando la cofradía estaba en Carretería. Los cofrades de la Trinidad habían previsto llegar al encierro antes de que empezara a llover, pero la borrasca quiso adelantarse y jugar la peor de las pasadas posibles. Los enseres se protegieron con plásticos, pero no era suficiente. La procesión se desmontó. Los nazarenos de la Virgen acortaron subiendo los peldaños de la Tribuna de los Pobres, para refugiarse en la casa hermandad de la Salud. Los tronos pararon para ser envueltos también en plásticos y avanzar a paso larguísimo y rápido, al ritmo que imponían los tambores. Las bandas dejaron de sonar. No era el momento. La Trinidad Sinfónica, de hecho, retiró los instrumentos de madera. Y la cara del hermano mayor, Prado Hernández, era un poema. Como si toda el agua le estuviera cayendo a él, sin comprender por qué las previsiones, que apuntaban que empezaría a llover sobre la una y media o dos, habían vuelto a fallar. Los que quedaban aguantaban con estoicismo bajo la lluvia.

No hay daños de consideración a tener en cuenta. Los hombres que se subieron a poner los plásticos sabían donde pisaban. Los cofrades han hecho una primera evaluación y descartan graves daños en su patrimonio. No así en las túnicas, que quedaron empapadas. Pese a ello, Rafael Ruiz Liébana, visitará la casa hermandad esta próxima semana para ver cómo se encuentra el trono que talló hace cuatro años. Un trono que dispone de un barniz especial sobre el dorado que repele el agua... Aunque el Viernes Santo fue demasiada.

Este episodio enturbió una salida vibrante y emotiva en la Trinidad, cuando el cielo presentaba el mismo color que los capirotes de los nazarenos de la Virgen de la Soledad, que estrenaban ayer. La banda del Cautivo, tras el Santo Traslado, imponiendo sones clásicos, y la Trinidad con Soledad de San Pablo, La Sangre y la Gloria, Desamparo, Procesión de Semana Santa o Getsemaní, nada más en la calle Trinidad.

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