­Apenas suma 37 años pero, pese a su juventud, la cofradía del Monte Calvario se ha consolidado como una imprescindible del Viernes Santo. Con un sello inconfundible y sin miedo a innovar o arriesgar, la hermandad victoriana estrenó en su salida procesional una nueva disposición del Misterio del Yacente de la Paz y la Unidad.

Una estación de penitencia que para los cofrades hubiera sido histórica de no ser por la ausencia de su alma mater, Manuel Gámez. Este se indispuso momentos antes de comenzar la estación de penitencia, cuando ya ataviado sintió un leve mareo diagnosticado, horas más tarde en Carlos Haya, como una angina de pecho. Los cofrades del Calvario se quedaron huérfanos sin su director espiritual al que se echó de menos delante del trono de la Virgen. El bonete con borla verde que lleva desde hace varios años para la ocasión quedó en la memoria de sus nazarenos y portadores.

La de 2014 será recordada como una estación de penitencia memorable, pues además de transcurrir sin inconvenientes en la calle, el nuevo túmulo para el trono de la Sagrada Mortaja fue un estreno que engrandece aún más, si cabe, el ajuar de esta hermandad que a cada paso que da se magnifica. Obra de Ruiz Montes el catafalco sobre el que iba el Señor -no permitía verlo de frente, como antaño- se estrenó sin concluir, por lo que habrá que esperar a la Semana Santa de 2015 para verlo terminado y con la policromía final. El grupo escultórico también varió su disposición sobre el trono y Nuestra Señora de Fe y Consuelo recuperó sus manos entrelazadas y, erguida, aparecía consolada por José de Arimatea. Como hace años, el Yacente volvió a avanzar al son de Cristo de la Agonía, una marcha que en los 90 formaba parte fundamental -y un tanto repetida- de la cruceta de la cofradía, aunque Benigne Fac Domine volvió a poner la nota de delicadeza y sencillez cuando el Yacente atravesó la puerta del Patio de los Naranjos de la Catedral. La estación de penitencia, un poco improvisada sin la presencia del Padre Gámez y sin la Coral Santa María de la Victoria, corrió a cargo del canónigo del Cabildo Catedral, Alfonso Arjona, que regaló rezos a la hermandad en pos de la recuperación del director espiritual del Monte Calvario.

El transcurrir de la sección de la Virgen en la tarde noche del Viernes Santo merece un punto y aparte. Llena de detalles -su rostrillo era parte del traje de novia de una hermana fallecida recientemente- y acompañada por un exorno floral de rosas rosas dispuestas en piñas de manera minuciosa, la Dolorosa restaurada por Álvarez Duarte volvió a poner su sello en parte del recorrido como Santa Lucía, Nueva o Granada, ya de vuelta. Al término de Comedias sonó Ione. Una nube de incienso envolvió el palio dorado mientras, al fondo, la Dolorosa y el joven discípulo, parecían entablar conversación de manera real. Otro momento clave fue una saeta a la Virgen del Monte Calvario en calle Granada, a la vuelta tras abandonar la Catedral. Sonaron Impresión de Jueves Santo, La Madrugá y Procesión de Semana Santa en Sevilla hasta llegar a La Merced. Una cuidada selección musical que demuestra que las cosas se puede hacer bien desde la austeridad, la rigurosidad y la juventud. Un ejemplo en la calle, con sus impecables filas de nazarenos y sus portadores de paciencia infinita para llegar al Santuario de la Victoria de madrugada.