Cuando cae la noche el Viernes Santo, algunas de las cofradías más señeras de nuestra Semana Santa hacen sus respectivas estaciones de penitencia. Ayer lo hicieron, en silencio y con gran recogimiento, Amor y Caridad, Piedad, el Sepulcro y Servitas que, a falta de que hoy procesione el Resucitado, puso el broche de oro.

AmorUbi Charitas et amor

Dos de los grandes tronos del Viernes Santo se hicieron a la calle pasadas las seis de la tarde en la calle Fernando El Católico, después de que el cortejo de aires agustinos ganase la calle con orden ejemplar. Riguroso negro, corazón rojo intenso y coronado de espinas en el pecho, y capillo con la caída más larga para simular un hábito agustino. La vestimenta de estos nazarenos ha evolucionado en los últimos años para ahondar en las raíces agustinas de la corporación, consiguiendo una estética muy definida y acertada.

La Banda de Cornetas y Tambores de la Esperanza aportó su calidad musical para acompasar al trono del Cristo del Amor. Su cruceta tuvo detalles interesantes, como interpretar Virgen de la Paloma en la calle Carretería, a la altura de la casa hermandad de esta cofradía del Miércoles Santo. El trono respondió a esta marcha con paso lento y mecida, un bonito detalle y elegante.

Aquí haría dos apuntes. El primero es destacar la evolución de la banda, que demuestra cada año cómo el trabajo bien pensado permite convertirse en una de las mejores y sacar matices y profundidad de sonido en cornetas y tambores, formaciones que hace unos años se tenían como poco refinadas musicalmente.

Otro detalle es la juventud que rezuma la cofradía por los cuatro costados. Las filas de nazarenos y el trono está plagado de jóvenes que aseguran un futuro vital.

La Banda de Música de la Expiración se encargó de la música con el trono de una elegante Virgen de la Caridad, a la que interpretó Jesús Cautivo y María Santísima del Dulce Nombre en Carretería, entrando en la Tribuna de los Pobres con Ubi Charitas y Pasa la Soledad.

PiedadUn barrio, una devoción

La saeta de Celia rompió el silencio de El Molinillo en la salida de la Piedad, que vive dos escenarios distintos cada Viernes Santo. Uno es en su barrio, donde se siente el calor de la gente, de la familia, de los vecinos. Una vez que entra en Ollerías, el tono es más serio. De gente pidiendo silencio mientras toca la Banda de Música de Zamarrilla y de nazarenos abriendo camino a uno de los grupos escultóricos más impactantes de Málaga.

La música se ha convertido en el hilo conductor de esta cofradía. Es la banda sonora de una puesta en escena que ha cambiado muco respecto a la hermandad de los carteros de los años 80. Se ha refinado esta entidad, que salió con Cristo del Amor y entró en Ollerías con Soledad franciscana. El trono de la Piedad se gusta, sabe que la música marca el ritmo, la cadencia del paso y no hay mejor detalle con los titulares que llevarlos con mimo. El trono se acompasa con la música, casi sin órdenes. Suena Plegaria al Cristo del Perdón y el ritmo se frena. Mecidas.

Esquema que se repite en la tribuna oficial, esta vez con Quinta Angustia.

SepulcroEl Señor ha muerto

A las ocho y cuarto de la tarde en punto se abrían las puertas de la casa hermandad del Sepulcro y comenzaban a salir, desde Santa Ana, los nazarenos del Señor, precedidos por dos timbales roncos que resonaban fuerte en la tarde noche malagueña. Llegada la hora, los toques de campana sirvieron para que el trono del Cristo del Sepulcro se hiciera a la calle y diera la curva de salida con la Marcha Fúnebre, de Chopin.

Por cierto, este año la Banda Municipal de Música acompañó al Cristo durante todo el recorrido, abandonándolo al inicio de calle Císter.

La majestuosidad del trono diseñado por Moreno Carbonero, que es un auténtico Evangelio en la calle, impresionaba a quienes se acercaban a verlo. Especial mención hay que hacer al tramo final del itinerario para el Cristo, especialmente la doble Curva de Duque de la Victoria, San Agustín y Císter, espectacular para quienes la presenciaron con la marcha Santo Sepulcro. Ya el encierro se hizo con Oración, como viene siendo habitual.

Y qué decir de la Virgen de la Soledad y su trono, uno de los grandes galeones de fe de nuestra Semana Santa que, en unos días, va a ser desmontado y llevado a los talleres de Emilio Méndez, en Sevilla, para ser plateado y sufrir una importante reforma con la promesa de que estará aquí antes de la Semana Santa de 2019. La dolorosa lucía imponente sobre su trono de procesión y un elegante exorno floral.

Acompañada por la Banda de Música de la Esperanza, en su recorrido destacaron la curva de Císter con Alcazabilla, en la que se interpretó la marcha Soledad cisterciense, y la salida y el encierro, ambas con Soledad.

ServitasSilencio y oscuridad

El Viernes Santo llega a su fin con la Virgen de los Dolores de Servitas, que sale desde el interior de San Felipe Neri entre un absoluto silencio del público presente. Las luces se apagan a su paso, dejando que la oscuridad se adueñe de la calle en señal de luto mientras avanza este cortejo, en el que solo se escucha el rezo apagado de sus integrantes con el repaso de la Corona Dolorosa.

La entrada en Carretería sí se hizo con luz, por respeto a las procesiones del Santo Traslado, que discurría por el mismo itinerario unos metros más atrás, y Dolores de San Juan, que había pasado poco antes. Fue un tramo corto, ya que pronto giraron por Andrés Pérez y Arco de la Cabeza para continuar por el Oratorio de las Penas y llegar a la calle Nueva. Un itinerario recogido, apropiado para esta Virgen pequeña, doliente, que requiere de recogimiento en el ambiente. El respeto del público es absoluto. Alguien puede estar comiéndose una pizza a apenas unos metros, pero baja la voz, si no para comer y se levanta, cuando pasan las sencillas andas con esta Virgen.

El Viernes Santo va echando el cierre poco a poco conforme se encienden las luces tras pasar la Virgen de Servitas. El luto se ha hecho presente durante toda la jornada, pero hay que pensar ya en el Domingo de Resurrección.