Antes de comenzar su aventura más personal, Luis Alberto Segura era ya un viejo conocido de la activa escena de pop alternativo mallorquina: había militado en formaciones como Los Valendas y The Nash, entre otras, con los que giró hasta por el Reino Unido. Creo L.A. para dar salida a sus inquietudes más personales y emprender viajes más ambiciosos. Con su más reciente trabajo, King of beasts, redobla la apuesta: «Me apetecía hace algo muy grande. No me asusta lo pretencioso, de hecho no creo que tenga nada negativo querer hacer un disco para tocar en estadios y festivales, en escenarios muy grandes. Pretendo llegar a mucha gente, pretendo sonar en la radio, pretendo tocar toda mi vida, pretendo ganar pasta, si por pretencioso entendemos eso, me resulta lícito y fantástico», declaró en una reciente entrevista.

Gran acogida la que está teniendo este King of beasts. ¿Es su trabajo más comercial?

Sin duda alguna. Es un disco con miras comerciales. Le he perdido el respeto a la radio comercial. Muchas veces proyectos como el mío no quieren entrar en según qué medios, no por vergüenza, sino porque no te ves dentro de un tipo de espectro musical, como puede ser sonar en una radio en la que antes lo ha hecho Coldplay o Maroon 5 y luego lo hace Hombres G u otro grupo español. Es una mezcla de conceptos donde no nos vemos las bandas que arrancamos como proyectos indies. Creo que también hay una gran parte de miedo a aparecer ahí, por lo que eso puede suponer o a dónde te puede llevar, o por lo que la gente pueda pensar erróneamente de ti. Yo pienso en la comercialidad de mi proyecto y eso no le resta un ápice de cariño ni de amor a lo que hago. Nunca he hecho nada que no me guste. En el disco no hay ni una sola canción en la que no crea.

¿Qué ha significado el reencuentro con el productor Antoni Noguera?

Volver a trabajar con Noguera, algo que no hacía desde Heavenly Hell, hace ya siete años, significa trabajar con un tipo con muy pocos prejuicios musicales. Me va muy bien currar con él porque el equilibrio entre su visión y la mía hace que todo tenga bastante credibilidad y peso, y rehuya de ciertos clichés y se transforme todo en algo para todos los públicos. Con este nuevo disco esperábamos abrirnos a nuevos públicos, abrir una nueva brecha, la de Europa. Llegar a nuevos espectadores, vía multinacional, a través de Sony, una compañía grande que trabaja el mercado desde el punto de vista más comercial de la palabra y nos permite acceder a ciertas fuentes de distribución masivas.

Pop, funk, country, rock... ¿Se puede hablar de King of beasts como de un cruce de estilos?

Yo no hablaría de cruce de estilos, sino de investigar estilos. Hay funk, pero en un tema, como también hay una balada country. Me excita poner un disco y encontrar que la primera canción sea un instrumental, la segunda un rock, luego un tema pop muy comercial, luego un funky, otra que suene a Alicia Keys mezclada con un soul... Me gusta que todo eso esté con mi identidad, que es mi voz, mi forma de cantar, mis melodías... pero que la instrumentación y el concepto de la canción sea muy dispar.

Investigación y experimentación, porque cuesta reconocer incluso su voz escuchando sus nuevas canciones.

Ha habido mucho trabajo para eso. Noguera quería poner la voz muy por encima de donde había estado últimamente. Las últimas tres producciones habían sido muy analógicas, sencillas, con una instrumentación rudimentaria, y la voz apenas resaltaba. Faltaba voz, y ahí hemos experimentado.

¿Qué ha descubierto con esta experiencia?

Muchas cosas. El hecho de plantarme delante de la mesa a producir te abre las miras muchísimo, más que cuando me limitaba a estar a las órdenes de alguien que te maneja como un muñeco. Con este disco, coproducido a cuatro manos, me he manejado a mí mismo. Ha habido muchas discusiones y tensiones, pero el resultado siempre ha sido positivo. También he descubierto nuevos elementos digitales para instrumentar una canción. Hay temas que no tienen batería real, algo impensable hace cinco años. Y la canción funciona y no pierde un ápice de identidad.

¿Eso no deshumaniza la música?

Si sabes utilizarlo, no. Yo tiendo a organizar, en el sentido orgánico, ciertos elementos digitales, construirlos y trabajarlos como si fueran una batería de verdad. Conseguir un sonido orgánico con algo digital es un reto, y lo he conseguido. Hay baterías que emulan baterías reales y no lo son, y crean una especie de limbo sonoro en el que no sabes si es una batería real, trucada o digital. Y todo eso también trasladado a guitarras, sintetizadores, voces... Hay canciones con más de ochenta pistas, una barbaridad, una bestia.

¿La melancolía sigue estando presente en las letras de sus canciones?

Es un disco cargado de melancolía. Las letras las coescribí con Kyle Krone, con quien ya trabajé en el disco anterior. Es un amigo mío de California, de Laguna Beach, y lo he coescribí con él por muchos motivos, el primero: con él descubrí que podía coescribir con alguien, algo que nunca había hecho antes, la mía era una parcela privada e impenetrable. Es algo que me ha agilizado mucho el trabajo. La cadena de montaje fue muy efectiva. Si tuviese que haber escrito yo solo 15 canciones -porque hay dos instrumentales-, aún estaría con ellas. Pierdo mucho tiempo en expresarme escribiendo.

¿Duerme tranquilo?

Duermo una cuarta parte de lo que dormía hace tres años. Duermo poco pero voy asimilándolo. Soy muy intenso con mi trabajo. Me cuesta desconectar. No puedo apagar los fusibles durante la noche.

¿Este disco es solo un experimento o abre un camino a seguir?

Es muy probable que se me antoje hacer un disco de guitarra y voz, pero aún no sé qué pasará con el próximo disco.