El tradicional concierto de Semana Santa de la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) es, esta temporada, una cita ineludible con una de las grandes partituras creadas para la festividad religiosa: el Stabat Mater, de Rossini, que será interpretado por la OFM y el Coro de Ópera de Málaga, con el concurso vocal de los solistas Beatriz Díaz, Nanci Fabiola Herrera, Emanuele Faraldo y Roman Ialci.

El Stabat Mater de Rossini está estrechamente vinculado a España ya que le fue encargado en una visita a Madrid en febrero de 1831. Rossini dirigió una representación muy celebrada del Barbero de Sevilla en presencia del propio Fernando VII; a la función acudió el archidiácono Manuel Fernández Varela quien, entusiasmado, deseaba poseer un manuscrito de Rossini y un Stabat Mater que rivalizase con el famosísimo de Pergolesi. A Rossini, compositor de óperas bufas, le pareció un encargo demasiado serio, por lo que fue reticente en un primer momento, aunque finalmente accedió a componerla dado que el prelado era gran amigo de su protector, Alejandro Aguado. La única condición que impuso el compositor fue que la obra no podía ser vendida ni publicada y recibió a cambio de su composición una tabaquera de oro encastrada de diamantes que le donó el propio Varela.

Aunque se esperaba la obra para la pascua de 1832, Rossini no encontraba suficiente inspiración para las secciones 2, 3 y 4, con la parte más floja del texto de la poesía latina. Rossini rondaba entonces los 40 años y había abandonado ya, de manera definitiva y sorprendente, su brillante carrera como compositor operístico. La crisis en su matrimonio era cada vez más acuciante y comenzaba a padecer los estados depresivos que le acompañarían cíclicamente hasta el final de sus días.

Le pidió a su amigo el compositor y director musical del Théâtre Italien de París, Giovanni Tadolini que completase la obra. A pesar de la decepción que ello supuso para el archidiácono Varela, la obra fue finalmente estrenada en la iglesia del Convento de San Felipe del Real de Madrid el Viernes Santo de 1833.

A la muerte de Varela en 1837, y contrariamente a lo convenido inicialmente, el manuscrito fue vendido a un privado y posteriormente a un editor musical de París, lo que arrancó la furia de Rossini ante la embarazosa situación que podría haberle causado que se conociese que parte de la obra no la había compuesto él mismo. El compositor consiguió recuperar el manuscrito y compuso las partes que había dejado en manos de Tadolini. Finalmente la obra completa fue estrenada por primera vez en París el 7 de enero de 1842 en la Sala Ventadour con gran éxito.

La crítica, eso sí, no fue unánime: muchos atacaron la partitura, acusándola de «excesiva teatralidad» al referirse a un asunto religioso, como si Rossini no hubiese podido desprenderse del estilo operístico tan característico suyo.

Hoy, en cambio, es una pieza insustituible y necesaria en el canon de la música clásica religiosa.