En Argentina son auténticos dioses de lo que se dio en dominar rock barrial (algo así como el equivalente de nuestro rock urbano), han llenado en varias ocasiones el mítico Luna Park y son una de las contadas bandas del país que han actuado en el estadio del River Plate. Y todo gracias a su rock humilde, callejero y sudoroso, con el que tantos y tantos argentinos se identifican. El domingo, en La Trinchera, celebrarán con nosotros sus veinte años de carrera y carretera.

La Beriso es la banda de Rolo Sartorio, un cantante y compositor que fue casi de todo antes del rock (vendió ropa en la calle, se encargó del reparto de papel higiénico y patatas fritos, del suministro de cerveza mexicana y diversos trabajos de oficina). Tras pasar por diversas bandas, decidió formar una propia y puso anuncios en revistas y periódicos en busca de compañeros para formar el grupo. En 1998 fundó La Beriso y junto a sus músicos creó la fórmula para conjugar «su amor por la canción calamaresca con solos técnicos y estribillos potentes», tal y como definió su música un periodista argentino. «Nosotros luchamos muchos años para estar en donde estamos. Nunca soñamos estar en donde estamos, simplemente queríamos hacer música porque nos gustaba, y en un momento nos parecía que estaba bueno que nos escuchara más gente, porque nos parecía que las letras estaban buenas y que la música acompañaba mucho. Y se dio. La gente nos fue llevando y empujando a lugares más grandes hasta llegar a un lugar que jamás pensamos y soñamos como fue River, donde tocaron nada más que nueve bandas de rock nacional», declaró hace unos meses Sartorio a Diario Popular. Han sido 20 años de boca-oreja («sólo hemos repartido flyers de los conciertos un par de veces», dicen), y tranquilos (sólo seis discos de estudio en dos décadas).

Asegura Rolo («el dueño del rock nacional», le apodan en diversos medios) que sigue siendo el mismo chaval que creció en una casa hecha de chapa y madera. «Hasta hace cuatro años, me levantaba todas las mañanas y salía a laburar porque, lamentablemente, no estudié. Sigo viviendo en Avellaneda. ¿A dónde querés que vaya? Voy al club donde iba de chiquito y les consigo pintura para los pisos. Eso es lo que te pone los pies en la tierra: ayudar a otros», confesó el cantante y compositor en una entrevista con Clarín.