¿Quién no se ha sentido de nuevo niño el Domingo de Ramos? ¿Quién no empieza a contar el año a partir de ayer? Para muchos, todo sucede antes o después de la Semana Santa, siendo conscientes, además, de que después de ésta significa antes que de la siguiente. Es un ciclo que se repite y que tiene el más feliz de los desenlaces en la mañana del Domingo de Ramos. Entonces alcanzamos la Gloria y rozamos el cielo con la mano, que sigue convenientemente unida al brazo porque, como no puede ser de otra forma, vamos de estreno.

La jornada inaugural de la Semana Santa significa el reencuentro con las más íntimas esencias del ser cofrade, y pone a prueba la agilidad de quienes tienen que sortear cientos de obstáculos en forma de carritos de niños chicos. Son el futuro sí, pero hasta entonces... se aguantan hasta con una sonrisa en los labios, porque es Domingo de Ramos. Y porque la Pollinica ya está en la calle. Porque el cielo, al menos ayer, no amenazaba y porque en la calle Parras ya no cabe un alfiler. Son los más impacientes, los que seguramente ayer trasnocharon en las vísperas con el encierro de Humildad y Paciencia, los que, pese a ello, son los primeros para ver los toques de campana que inician la Semana Santa, que dio el alcalde, y eso que allí estaba el obispo.

Pollinica: el estreno emocionado

Los nazarenos salían de la calle Cabello, por la sacristía de San Felipe Neri, portando palmas doradas y bailarinas en una coreografía sin igual. Y el trono del Señor, al que le queda muy poquito para ser sustituido porque es que ya no puede más, abría las puertas de la Jerusalén del Molinillo. Iba exornado de forma correcta con flores variadas en tonalidades burdeos y naranjas. El de ayer fue un Domingo de Ramos centenario, porque la Pollinica lleva cien años en las calles de Málaga y la banda de Bomberos hace un siglo que inventó y exportó un estilo que la ha convertido en Madre y Maestra. El eco de su toque inconfundible, las clásicas notas escritas por Escámez o Pascual Zueco, resonaron por el recorrido oficial abriendo el telón de la Semana Santa de 2011.

Eran las mismas, pero salidas de otras cornetas, que se escucharon a continuación con la banda de la Victoria, que iba en el frente de procesión de Pollinica. Estrenaban cascos aún sin plumas y abrían la comitiva.

Tras el trono del Cristo se disponía la agrupación musical del Cautivo de Estepona, que ayer hizo doblete con el Dulce Nombre, que interpretó La Clámide Púrpura en las mecidas que se dan con más ganas. Y ganas de Semana Santa había muchas, se notaba en las calles a pesar de que aún era temprano.

La Virgen del Amparo representa la ilusión de todo cofrade cuando cierra los ojos y sueña despierto. Enmarcaba su rostro de incipiente sonrisa con un tocado en tonos dorados que le aportaban elegancia. Sin toca. Con nueva imaginería de Juan Vega en el cajillo –con un angelito negro en un lateral– y orquídeas rosas en las ánforas. La banda de la Esperanza, con un repertorio alegre, no necesitaba golpe de aro para atacar las marchas, como Reina de Triana o Madre Hiniesta, para subir la calle Guerrero.

Con motivo del 25 aniversario de la coronación canónica de la Virgen de los Dolores, la hermandad invitó al hermano mayor de la Expiración, Amando Alonso, a que diera los toques de campana para que la Virgen entrara en Larios, evidenciando así los lazos de unión que existen entre ambas corporaciones, como entidades, y entre sus cofrades.

Lágrimas y Favores: el mundo en una curva

Una curva. Una simple curva, se puede convertir en toda una experiencia emotiva por el buen hacer del grupo de Lágrimas y Favores, de las Reales Cofradías Fusionadas. El recorrido de esta cofradía fue exquisito. Tanto como el trono de la Virgen, con una orfebrería que es un joyero y un bordado espectacular. Aunque los ojos se iban al nuevo manto, con la cruz de malta de color blanco intenso como principal reclamo. Los ojos se iban allí para dejarse llevar luego por las curvas imposibles del bordado en oro.

Pero volvamos a la curva. Fueron muchas las que tomó el trono. Mucha la exigencia la que puso la Banda de Música de Carmona para aportar el tono adecuado. Esperanza Trianera, cuando entraba el trono en la calle Especerías anunciaba lo que se estaba gestando. Curva con mimo. Pasos cuidados de los hombres de trono. Paso largo, mecida, paso corto. Se iban combinando al compás. Luego continuó el trono con la marcha Virgen de los Negritos, avanzando por la calle Especerías entre mucho público, que admiraba el trabajo de los portadores: una mecida, dos, tres, cuatro... hasta ocho. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis pasos, de nuevo mecida. Aplausos.

Así se acercó a la curva. Una de tantas, pero una distinta. Iba a entrar en la calle Nueva. Los capataces dan órdenes: «Pendientes, que vamos a entrar». La banda ataca la marcha Nuestra Señora del Mayor Dolor. Tiene un comienzo pausado, solemne. «Vamos a la izquierda. Un pasito a la izquierda, señores», grita el capataz de cola. El arbotante de la derecha roza la esquina, el trono gira sobre su eje. La cola sigue dando pasos a la izquierda, el submarino trabaja en la sombra. «Eso es», anima el capataz. La marcha cambia el ritmo y gana brío. El trono está en la calle y avanza con paso largo. Los capataces felicitan a los hombres de trono. De nuevo paso corto, mecida, paso largo. Es momento de recrearse. Esto es Semana Santa.

Pero siguió. Llegó Pepe de Campillos con una saeta junto a la iglesia de la Concepción, la marcha Virgen del Sol con el solo de corneta de Miguel Ángel Gálvez. No hay descanso. No se puede pedir más.