­El cielo en Málaga definitivamente se ha vuelto loco. Y es muy injusto y caprichoso. El cielo, en realidad, nos está dejando hastiados esta Semana Santa y nos provoca indignación, además de nervios e incertidumbre. No podía haberse vuelto gris la semana de antes. O la que viene. No, tenía que ser precisamente ahora. Ayer volvió a hacer de las suyas y dejó en la cuneta a dos cofradías que ya habían iniciado su salida. Una maldita nube se cruzó en sus itinerarios y les arrebató la ilusión. Las Penas y Nueva Esperanza tendrán que esperar un año para volver a sentirse nazarenas.

Imperó la cordura en ambos casos. Más vale prevenir. Este tipo de decisiones siempre han de ser consideradas un acierto. A pesar de que pueda resultar extraño que una cofradía como las Penas, con lo bien acostumbrados que nos tiene, salga a la calle cuando está chispeando y tenga que volver sobre sus pasos cuando aún discurría por Compañía.

Las Penas. Un quiero y no puedo

Ya había salido el Crucificado de la Agonía a los sones de Cristo del Amor, sones clásicos salidos de las cornetas de la Esperanza. Iba sobre un tupido monte de claveles sangre de toro, y a sus pies, una calavera. El stipes rozó el dintel, dejando una muesca sagrada. Ya estaba la sección de la Virgen completa en Pozos Dulces, cuando de pronto se detuvo el tiempo por unos segundos que parecieron horas. Se reunió la permanente en una esquina del oratorio, con sus capirotes puestos, y decidían regresar.

«¡Sin nervios!» Ésa era la consigna. Así que la procesión volvió lentamente y ordenada. En principio se iba a esperar una hora hasta saber qué hacer y ponerse de acuerdo con las demás cofradías del Martes Santo: todas las que le le sucedían iban a salir. Así lo explicó el hermano mayor, Francisco Calderón, desde el ambón del oratorio. Las predicciones meteorológicas indicaban que se acercaba un frente nuboso que iba a dejar lluvias débiles durante los siguientes 20 minutos.

La hermandad pensó en, al menos, ir a la Catedral y hacer estación de penitencia. Era una opción que se barajaba para cumplir con los fines estatutarios y corporativos. Pero el problema era cómo. Sobre todo cómo volver por el embudo que cada año se forma en la plaza de Uncibay. Si ya es complicado cuando la jornada transcurre con normalidad... Parecía imposible. Fue imposible finalmente.

La Virgen de las Penas ni siquiera pudo pisar la calle. Málaga no pudo ver la serena amargura que concentran sus lágrimas. Ni su presencia, este año más elegante si cabe, con saya burdeos y tocado de encajes. Ni tampoco su manto de flores, que este año rendía homenaje a próxima celebración de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Madrid.

No pudo ser. Se quiso, se intentó, pero no había manera. Las Penas tendrá que esperar. Los cofrades malagueños también. Aunque las imágenes seguirán en su templo durante todo el año.

Nueva Esperanza. Oportunidad perdida y acierto

Cuando un valiente insiste en continuar una procesión cuando llueve habría que exigirle su presencia cuando haya que dar explicaciones por los destrozos que sufre el patrimonio. Por eso no se puede criticar al Cautivo o Dolores del Puente, que decidieron no salir por la amenaza de lluvia el Lunes Santo, ni a Nueva Esperanza, que ayer se vio sorprendida por un aguacero de veinte minutos frente a la casa hermandad de Zamarrilla y decidió volver a su templo. Tal vez alguien no lo entienda, pero la junta de gobierno tiene una responsabilidad ante ellos mismos y ante la historia, y ayer hicieron gala, además, de sensatez, porque después no se sabía lo que venía: inestabilidad.

Esa es la pena, porque el subjefe de procesión, Paco Barrero, explicó: «Nosotros vamos para adelante, porque no cabemos en la Catedral si llueve, nos han dicho que iba a chispear ahora –sobre las seis de la tarde–, pero después se calmaba la cosa». Fue demasiada agua para el patrimonio de una cofradía aún joven y con ganas.

Delante, la banda de cornetas y tambores rompía el silencio con Marinero de Esperanza. Detrás el Cristo del Perdón, cada vez mejor por el movimiento de la túnica, el exorno floral –lirios morados y rosas rojas–, daba un espectáculo repleto de buen gusto y saber hacer cofrade; ya en Martínez Maldonado, con la marcha Virgen de la Hiniesta, el trono alcanzó la mecida perfecta, cambiando a un paso más largo y rápido cuando la pieza lo requería.

Después llegó el agua y el trono dio la vuelta para volver a su sede, en Nueva Málaga, justo frente a la casa hermandad de Zamarrilla. La sección de nazarenos del Cristo comenzó a deshacerse ordenadamente, pese a algunos momentos de desconcierto, y los penitentes se dirigieron a su templo con varios enseres. La banda formó detrás del nazareno y se hicieron dos pulsos a cámara lenta para alborozo de los presentes.

En cuanto a la Virgen, se había quedado a unos 200 metros del Señor, y se hizo a un lado para dejarle paso y que él se dirigiera en primer lugar a su destino. También se deshizo su sección de nazarenos. Hasta el retorno, la dolorosa estuvo magnífica. Las lágrimas del hermano mayor estaban justificadas, porque tras dar la vuelta el cielo se abrió, pero la decisión estaba justificada. Nadie puede acusarlos de nada. Más bien habría que pensar en su mesura y sensatez.