El sayón del Rescate permite al profesor de la UMA Juan Antonio Sánchez López reivindicar la figura del imaginero sevillano Antonio Castillo Lastrucci (1882-1967), que en ocasiones «ha tenido muchos detractores y ha sido una figura incomprendida». Y sin embargo, para el experto en imaginería de la Semana Santa, Castillo Lastrucci es el responsable de adaptar la imaginería del XIX al siglo XX con dos importantes novedades. En primer lugar rompe con el anacronismo de las tallas del XIX (Pilato, por ejemplo, con un turbante) y le aplica el historicismo con influencias como la pintura histórica, el teatro, la ópera o el cine: «Se esfuerza en que los romanos vayan de romanos». En este sentido también introduce en sus obras elementos escenográficos teatrales como pebeteros, incienso o incluso árboles reales.

Por otro lado, la gran aportación de Castillo Lastrucci es dejar atrás las tallas del pasado en las que los personajes malvados están representados con una fealdad extrema y los buenos con todo lo contrario. «Sustituye lo histriónico por lo que él define como expresionismo realista: tomar del modelo lo esencialmente humano y luego divinizar la expresión». Un camino artístico que luego seguirá Miñarro y su neoexpresionismo realista.

También incorpora la noción de jerarquía en un misterio: «Hasta tres niveles premeditados de calidad escultórica de las piezas» para evitar, por ejemplo, que en un misterio la talla de peor calidad sea el Cristo, como ha pasado en Córdoba con un grupo escultórico, apunta el profesor.

Todos estos elementos pueden verse en el grupo escultórico del Rescate, que la cofradía, en los años 50, quiso que fuera una copia del misterio que Lastrucci talló para la hermandad sevillana de los Panaderos, «aunque no son exactamente iguales», puntualiza el experto. Además, el Rescate cambió la posición de las manos del Cristo, que aparecen atadas, en lugar de sin atar como en Sevilla con lo que «está trastocado el verdadero sentido iconográfico» del misterio, que refleja el momento en que Jesús se entrega y quienes van a prenderlo sienten miedo.

Entre ellos está el sayón desnudo, diferente al de Sevilla, que está vestido. «En él se ve la formación de Castillo Lastrucci como un escultor clásico y académico, ya que lo que hace es un estudio académico de un modelo convertido en sayón y además es una figura muy buena escultóricamente hablando y muy expresiva».

El experto destaca la figura en sí, el tronco y el tratamiento «extraordinario de la cabellera y de la propia fisonomía que evidencia cuándo un escultor hace un estudio naturalista de un modelo vivo y precisamente por eso no hace falta divinizarlo porque el papel dentro del grupo no es el de un personaje sagrado».

El profesor Sánchez López también llama la atención sobre el torso desnudo que evidencia «que un cuerpo atlético no es un geyperman, ahí estás viendo que él hace la trascripción de un desnudo realista, rigurosamente académico. Seguro que lo tomó del natural».

En esa gradación artística que realiza Castillo Lastrucci de forma consciente los dos sayones, el que hoy se analiza y el que porta la antorcha, estarían casi a la misma altura que el Cristo, «porque capitalizan el gesto de miedo de quienes van a prenderlo». Le seguirían los dos romanos que completan el efecto dramático y por último los tres apóstoles.