Patronos de Málaga, a pesar de los pesares. Sin fiesta, y sin embargo patronos. San Ciriaco y Santa Paula volvieron ayer a las calles del Centro ante la sorpresa de quienes pasaban por allí y que no recordaban la fecha. Lógico, al ser día laborable y no haber nada excepcional que subraye el carácter festivo que sí otorga la diócesis al día de los Santos Mártires.

La congregación que les rinde culto no arroja la toalla, acostumbrada a ir sorteando obstáculos a lo largo de su historia. No es tanta como antigüedad tiene la veneración a San Ciriaco y Santa Paula, dos jóvenes malagueños lapidados en tiempos de Diocleciano por defender su fe. Málaga es madrastra hasta para esto.

No obstante, el Patio de los Naranjos estaba lleno, a la espera de que saliera la procesión. Convocados por el constante repique de campanas que, ellas sí, anunciaban la importancia de lo que estaba por llegar.

La comitiva se echó a andar cuando concluyó la solemne misa estacional presidida por el obispo, Jesús Catalá, auxiliado por distintos canónigos, que acompañaron a los mártires en la procesión detrás del trono.

A la misa asistieron también autoridades civiles, con la representación del nuevo Ayuntamiento a la cabeza. O Eduardo Pastor, presidente de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa, que también participó en la ceremonia religiosa.

La banda de cornetas y tambores de la Estrella, que estrenaba ayer uniforme de verano, se dispuso en la cabeza de la comitiva. Le seguían los guiones de distintas asociaciones de carácter procesional. Luego las hermandades de Gloria y algunas de Pasión, sobre todo las que están erigidas en la parroquia de los Santos Mártires. También participó corporativamente la Federación de Peñas. La agrupación de Hermandades de Gloria y la hermandad de la Virgen de la Victoria.

El alcalde, Francisco de la Torre, encabezaba la delegación municipal, en la que se estrenaban por primera vez el portavoz de Ciudadanos, Juan Cassá, o los concejales socialistas Daniel Pérez y Estefanía Martín Palop. Todos con bastones. El público aplaudía a De la Torre, el mismo que devolvió la fiesta en 2013 pero que incomprensiblemente la volvió a quitar en 2014.

La expectación fue creciendo conforme se acercaba la hora de que saliera el trono, exornado con una poco usual composición bicromática de escasos claveles rojos y blancos, entre los que se disponían espigas. Una gran penca de biznagas iba a los pies de los santos, ocultando el meritorio risco de corcho y pitas. Cuatro pequeños arbotantes de la Cena daban luz a las imágenes de San Ciriaco y Santa Paula, que portaban en sus manos palmas naturales, atributo iconográfico de los mártires. Tras ellos, un granado natural, en vez del árbol artificial que solía salir.

No era el único estreno. La congregación también lucía cabezas de varal procedentes de Fusionadas y nuevas camisas para los hombres de trono, con el escudo bordado en el pecho, y que sustituían a las túnicas...

A la salida del trono, con el Himno Nacional, a cargo de la banda de cornetas y tambores del Carmen, que afrontó los primeros metros con un repertorio de marchas clásicas, el coro Aire Andaluz cantó un himno compuesto a San Ciriaco y Santa Paula, mientras dos mujeres bailaban delante de las imágenes.