­Ilustre pregonero de Málaga, pese a su experiencia asegura que nunca ha sentido nada igual. «Es el pregón más importante de mi vida», dice sin dudar. Le quita el sueño. Francisco Jiménez Valverde se subirá a las tablas del Cervantes para anunciar y exaltar la coronación canónica de la Virgen del Rocío, cofradía de la que es hermano desde hace años.

¿Cómo vive un hermano del Rocío estas vísperas y más cuando va a ser un hermano protagonista de los actos?

Desde que se anunció que iba a ser el pregonero, por otras personas que conozco y que han vivido coronaciones en otras cofradías y que así me lo han aconsejado, he intentado disfrutar al máximo de todos los actos y en cada momento, ya sean cultos, presentaciones, coloquios... Disfrutar también de las conversaciones con cualquier hermano o devoto que te encuentras por la calle y que te cuentan sus cosas y anhelos. Ha sido el verano más largo de mi vida, pero a su vez va a ser el septiembre más corto.

¿Qué pasará después de la coronación?

Después parece que te vas a quedar huérfano, porque llevamos tanto tiempo preparándolo todo y tanto tiempo hablando de la coronación, que cuando pase tendremos que hablar de la Virgen del Rocío. Y de otra forma de ser de la Virgen, porque ya no va a ser la misma. Ni tampoco los hermanos.

¿A qué se refiere?

La distinción que se le da a la Virgen es a Ella. Pero hay otra que no se da, pero que la reciben los hermanos: van a tener una Virgen coronada. Y eso, además de ser un título, es también una responsabilidad. Se le da una dignidad a la Virgen que antes no tenía eclesiásticamente hablando, y ahora habrá que mimarla de forma especial. Esto no es solo una proclamación. Va mucho más allá y eso se tiene que reflejar en la actitud de los hermanos.

¿Qué es lo que ha provocado la efervescencia actual que se vive en torno a la Virgen del Rocío?

Melancólica y sentimentalmente, hasta poéticamente, queda muy bonito decir que es la Virgen la que te llama, te convoca y te atrapa para trabajar por la coronación y por Ella. Pero también hay un componente de moda. Como el Málaga de Champions. Cuando el equipo dejó de jugar en Europa y esa efervescencia se disipó, se ha quedado con los malaguistas de siempre. Supongo que habrá gente que deje de estar apegada a la imagen, y quedarán los de siempre.

¿El reto de la cofradía no está, precisamente, en mantenerlos? ¿En que la coronación no sea un fin, sino un medio?

El número de hermanos y devotos ha crecido. Antes había mucha gente que era del Rocío y no lo decía. Y eso ha cambiado con la coronación, gracias a la labor de la cofradía de diez años a esta parte, que le ha dado a la hermandad y a la Virgen la categoría que se merecía y tenía que tener, más allá de que fuera distinta o fuera Novia. Eso se nota en la calle, en la Tribuna de los Pobres, sin ir más lejos. Ahora es un verdadero encuentro con el pueblo y antes quizás no pasaba de ser un espectáculo.

Ha escrito y pronunciado muchos pregones. ¿Es muy diferente hacer un pregón de coronación?

Puede que entre pregones, presentaciones y actos de todo tipo supere el medio centenar. También he estado en el Cervantes, pero nunca he sentido lo que siento ahora. Nunca he tenido tanta predisposición para escribirlo antes, ni había tenido tantas fuentes de inspiración con anterioridad. No tiene nada que ver con nada hecho hasta el momento. Parece que es el primer pregón que doy. Y es el más importante de mi vida.

¿Qué pretende con su pregón?

Pretendo ensalzar la figura de la Virgen pero sobre todo quiero ser el preludio de la coronación. Alabar algo que va a pasar. Lo que quiero es que cuando vaya a pasar, la gente vaya con una chispa más, amén de la que ya tenga por ser devoto o victoriano. Que la gente quiera ir y tenga deseos de verla coronada, de acompañarla, de estar con Ella. Anunciar que se va a coronar y convocar a la gente. Que sea el primer toque de campana del trono de la coronación.

¿Es una imagen inspiradora?

Eso me lo dijo Eloy Téllez una vez. Hay imágenes que no sabes por qué, tienen una atracción especial y que de alguna manera te atrapan. Yo siempre he sido más del Nazareno de los Pasos pero de alguna manera, poco a poco, el estar en el barrio, en la cofradía con los amigos, he escrito el pregón de la manera más rápida y eficaz de toda mi vida. Y lo he tenido con mucha antelación. Lo entregué a la cofradía el día del Carmen. Eso no lo había hecho en mi vida. Las palabras, los textos y la idea fluían. He tenido tiempo para estar con la gente, sentir las vivencias, apreciar lo que siente el barrio, ir mucho a la ermita y ponerme a ver lo que los devotos le rezan. Todo eso también está en el pregón.

¿Por qué es distinta?

Primero por la iconografía en sí. Como historiador tengo que ser fiel a algo tangible: no lleva corona, no lleva una vestimenta como el resto de dolorosas de Málaga, el diálogo con las manos también es distinto... Y porque le sienta bien todo. A la virgen del Rocío le sienta bien hasta el blanco. Le pongas lo que le pongas, le digas lo que le digas. Ahí está también la diferencia. Estamos acostumbrados al llanto, a la pena que nos conmueve por nuestra naturaleza barroca. Y el Rocío sin embargo se ríe. El primer sentimiento que te provoca es de Madre.

¿Influye esta distinción en su devoción?

Totalmente. De una sencillez, o una eventualidad o una casualidad... ha surgido una iconografía. En la Victoria hay muchas vírgenes. Hasta la patrona. Pero el barrio con la que más se identifica es con el Rocío. Es ese chupitira de la sencillez y vio en la sencillez a su Virgen. Así ha legado a nuestros días con todo su esplendor.

En corto¿Cree que habrá lágrimas en el patio de butacas?

Espero que la gente se vea reflejada en el pregón que voy a dar. Hay puntos de lágrimas, tanto de felicidad como de nostalgia, como de sonrisas y de vibración por exaltar a la Virgen. Y la gente del Rocío además es muy predispuesta. Sin hablar nada, la gente está entregada. Y eso también es un riesgo, porque uno puede no llegar a las expectativas. Además puedo fallar, petardear y dar el peor pregón de mi vida, siendo el más importante de todos ellos. Con él sueño y con él me desvelo.

¿En quién ha pensado cuando escribía el pregón?

En mucha gente. Porque es mucha gente la que de verdad ha coronado a la Virgen desde los años 30. Del barrio, de Málaga, de la cofradía, hermanos que ya no están, mujeres que han pasado por la ermita y dejaron su huella y ahora la mantienen sus familias. Todos ellos están. También los que no están. Y he pensado mucho en el regalo tan grande que tenemos por poder disfrutar todos estos momentos.