El barrio de la Victoria es rico en devociones. La presencia de las cofradías es muy importante históricamente en estas calles. Desde que la Virgen de la Victoria llegara con los Reyes Católicos a la ciudad hasta nuestros días, la imagen de la Virgen ha estado muy presente en el día a día de sus vecinos. Sin embargo, hay un punto de inflexión. Un momento en que todo cambió. Fue en 1931, cuando la Virgen del Rocío tallada por el valenciano Pío Mollar llegó a la ciudad para acompañar al Nazareno de los Pasos en el Monte Calvario.

Esta primera imagen de la Virgen del Rocío, que se perdió pocos meses después de su llegada durante la quema de conventos, supuso una verdadera revolución estética y devocional en Málaga. Tanto, que pese a la pérdida de la primera imagen, los hermanos de la cofradía encargaron una réplica que llegó en 1935 y, esta vez sí, se pudo salvar de los desmanes de la Guerra Civil.

¿Qué hizo que todo un barrio se rindiera a los pies de la Virgen del Rocío? Por un lado nos encontramos con la propia advocación, siendo la primera imagen pasionista con la denominación del Rocío. Conjugar una advocación de gloria con una imagen que debía ser dolorosa supuso, de hecho, el principal reto para el escultor y el origen de esa estética tan personal.

La Virgen del Rocío no es una dolorosa al uso. No lleva lágrimas, su gesto no es de pena, sino que el rostro esboza una tenue sonrisa, casi tímida. Sus manos presentan una actitud de acogida, no de súplica. Y además, presenta una cabellera de pelo natural, no tallado, como era muy habitual en la imaginería de la escuela malagueña del Barroco.

Esta imagen enamoró casi desde el principio a los victorianos, pero fue el vestido blanco que presentó desde sus comienzos lo que terminó configurando su personalidad. Ese blanco mostraba desde un inicio que era diferente. Lejos del luto o de otros colores litúrgicos más adecuados con la Cuaresma y la Pasión, el blanco se convirtió en todo un emblema que se extendió a cada uno de los elementos de su sección. Túnicas, estandartes, manto, todo su ajuar... El blanco es el protagonista. Un color que parece sacado del azar, pero que es algo más que una apuesta estética. El blanco es la suma de los tres colores primarios (rojo, azul y amarillo), por lo que se considera un símbolo de la totalidad, resume todo. Se identifica, por tanto, con Dios y, en el mismo Apocalipsis, es como visten aquellos que se han salvado. Es un color que muestra también la aspiración a llegar a Dios, por lo que casa perfectamente con la imagen de la Virgen del Rocío, que se ha convertido en el camino para llegar a Dios para muchos malagueños.

Más allá del simbolismo, el blanco es también una enseña. El blanco virginal asemeja a la imagen a una novia camino del altar, por lo que rápidamente esta advocación se convirtió, por aclamación popular y de forma espontánea, en la Novia de Málaga.

El último elemento propio y distintivo es el uso del halo. Aunque inicialmente se presentara con una corona, como atestiguan las fotos de la imagen original.

La reconstrucción del patrimonio en los años 30 y su vuelta a empezar en los años 40 llevó a optar por el halo inicialmente, como una medida más asequible. Sin embargo, se convirtió también en otra seña de identidad. Tanto es así que la coronación canónica se hará con un nuevo halo, no con una corona clásica.

El halo está rematado por las doce estrellas que aparecen en la representación de la Virgen triunfante del Apocalipsis y también simboliza a los Apóstoles y a las tribus de Israel. En el caso de la Virgen del Rocío, con estrellas de siete puntas, que más allá de la interpretación teológica también es el número de calles que parten de la plaza de la Victoria (Jardín de los Monos). De nuevo el barrio de la Victoria está presente en esta advocación y a la inversa.

Estos signos distintivos se han mantenido en el tiempo, por encima de modas o tendencias. El blanco, el halo, la actitud de acogida de las manos... son elementos comunes a los años 30, 80 o en la actualidad.

Esta inmutabilidad en su imagen y la conservación de aquellos elementos que la han hecho popular y única siguen cumpliendo con su función de ganar devotos entre los victorianos. La Virgen del Rocío ya no es sólo un referente para los hermanos de su cofradía, sino que atrae a muchos cofrades de otras hermandades y no cofrades. A veces, incluso a no creyentes, pero que llevan su estampa de la Virgen del Rocío en su cartera o se acuerdan de ella en los momentos de necesidad. Quizás no son tan no creyentes y esa Virgen vestida de blanco representa el hilo que los conecta con la esperanza de la salvación. Eso queda para cada uno.

El barrio de la Victoria, pese a llevar el nombre de otra gran advocación malagueña, tiene el alma blanca. Los carteles, mosaicos o denominaciones de la Virgen del Rocío que pueblan comercios, bares y viviendas así lo atestiguan. No en vano, la coronación canónica tiene mucho de popular. No es sólo un lema ingenioso (Málaga corona a su novia) sino una realidad palpable.