No era Jueves Santo. Ni mucho menos. Pero Mena es Mena siempre. Lo es en su desfile procesional, pero también a diario. En sus cultos, en el trabajo de la albacería, en el protocolo, cada vez que visita un acuartelamiento de la Legión o cuelga un cuadro de los tiulares en una corbeta. Es Mena en lo ordinario y en los extraordinario. Una Mena, eso sí, tan solemne y marcial como exquisita y refinada ayer. Sin las bullas de la Semana Santa, pudiéndose ver y disfrutar, en su traslado histórico a la Catedral, donde celebrará un triduo con motivo del centenario de la congregación.

Mena es Mena y lo es siempre. Hasta sin los grandes tronos barrocos. O sin la tropa. O sin el Novio de la Muerte. Sin apreturas y sin «quítate de ahí que yo llevo aquí cinco horas esperando». Mena es Mena siempre y ayer también lo fue. De principio a fin. Desde su capilla hasta las bóvedas del primer templo, arrastrando al público, anoche más cofrade que nunca, y que pudo reencontrarse con unos titulares que se les escapan de las manos cada primavera entre la multitud.

Y Mena, consciente de que tiene que mantener su sello, de que es una obligación aprendidida y heredada, ayer se puso en la calle y Málaga la esperaba. Puntual. Gran expectación en la explanada de Santo Domingo. Dentro, sin embargo, algunos nervios mientras se repartián los últimos bastones y cirios. 200 hermanos aguardaban con su vela para acompañar a sus titulares. Lo que viene siendo una cofradía, por si alguien lo dudaba.

Una saeta sonaba en el templo dominico. Pepe de la Pastora, congregante de Álora, la cantaba, mientras trece gastadores del II tercio de la Legión Don Juan de Austria, con base en Ceuta, portaban a hombros al Cristo de Palma Burgos. Al Cristo de silueta inconfundible. Al Crucificado de Málaga. La banda de la Paz, que no se cansa de dar lecciones musicales, interpretaba Cristo de la Legión. Se abrían las puertas y comenzaba a salir, ordenada, la comitiva. Móviles, tablets y hasta cámaras de fotos inmortalizaban el momento.

Sonaba un cornetín interminable. Una caja y tres tambores roncos marcaban el paso del Cristo. Las fuertes pisadas de los caballeros silenciaban el murmullo. Nadie se quería perder al Cristo tan cercano, tan accesible. Acostumbrados a verlo de lejos, tras unas vallas después de un madrugón o entronizado y escoltado por cuatro hachones. Anoche el Cristo estaba a mano. Se dejaba querer.

Abría el cortejo la cruz guía flanqueada por cuatro faroles. Cirios y bandera dominica. El Señor, tras cuadrilla de acólitos revestidos con ricas dalmática bordadas. Cuatro hermanos con faroles iluminando su cuerpo en horizontal. Al llegar al convento de la plaza de Arriola, tan vinculado a la congregación, el Cristo se giró hacia las hermanistas de la Cruz y allí se rezó un Padrenuestro.

Tras el crucificado, los mandos militares desplazados hasta Málaga: el coronel del Tercio, Marcos Llago, el teniente coronel Agustín Carrera, jefe de la IV Bandera del II Tercio; el comandante Manuel Fresnadillo; el capitán Sergio Villaescusa, así como el cabo mayor y el suboficial mayor del Tercio. En la sección de la Virgen, participó el comandante naval de Málaga, Pablo Lewicki y el párroco de Santo Domingo, Juan Manuel Parra.

Mena es Mena siempre y lo es también en el personalísimo arreglo de la Virgen de la Soledad. En su tocado cayendo por su espalda. Y lo sigue siendo sobre la plata en vez de la madera tallada y dorada. En el preciosismo. En la arquitectura de la candelería dispuesta para iluminar su cara. 34 velas en forma piramidal. En las flores maravillosamente dispuestas, calas y rosas blancas, en dos ánforas y ocho violeteros, de Gracia y Esperanza, cuatro en el frontal y otros cuatro en el lateral. Sobre la peana del Cristo de la Puente, y a su vez, sobre el trono de traslado de Dolores Coronada. Haciéndose grande donde la pongan. Cuatro faroles de Dolores de San Juan en las esquinas y una pequeña fragata en la entrecalle.

Es también Mena en las marchas solemnes para acompañar su caminar. La Virgen de la Soledad, Procesión de Semana Santa... O la Salve Marinera y Alma de la Trinidad para ingresar en Sebastián Souvirón. O Valle de Sevilla o la Virgen de Sevilla para pasar por La Opinión de Málaga. Y en su rica saya. Y en las flores de lis que abrigaban su espalda, bordadas sobre el nuevo manto de capilla salido del taller de Salvador Oliver.

Ya están los titulares de Mena en la Catedral. Y allí se celebrará un triduo histórico a partir del 8 de octubre. Son los actos centrales del centenario, que ya mira al 11 de junio de 2016, cuando la Virgen de la Soledad, la advocación mariana pasionista más antigua de la ciudad, reciba su coronación canónica, como signo de distinción.