Juan Bautista Casielles del Nido (1925-1981) fue un cofrade, diseñador y asesor artístico que influyó decisivamente en gran parte de las cofradías malagueñas. Figura controvertida que dejó un rastro imborrable gracias a su prolífica obra y a la renovación estética que indujo.

Feligrés de la parroquia de la Victoria, criado en un ambiente familiar y religioso. Persona tímida con gran sensibilidad, pero firme en cuanto a sus convicciones. Estuvo vinculado desde niño a la hermandad victoriana de la Sagrada Cena, donde pronto ejerció el cargo de albacea de cultos, pintando el rostro del Santísimo Cristo y diseñando los estandartes para su hermandad.

Casielles decide, tras dejar los estudios en el Seminario Diocesano por una enfermedad pulmonar que le dejaría huella, centrarse en su labor artística y diseña el guión y un manto para la Virgen de la Paz, su primera gran obra. Era la década de los cincuenta del pasado siglo y las cofradías malagueñas, superando el periodo de reconstrucción, estaban dando un paso más en orden al enriquecimiento patrimonial, buscando no solo cantidad, sino también la calidad.

A pesar de la existencia de una industria local en la talla, representada por Palma y Risueño, determinados cofrades optaron por conseguir esa calidad fuera de nuestra ciudad, ya desde finales de la década anterior, en el campo de la orfebrería. Así, llegan a Málaga obras del taller sevillano de Manuel Seco Velasco: los tronos de Jesús de la Pasión (1946), Dolores de Expiración (1946-1952), Soledad del Sepulcro (1950) y Cautivo (1953). Pero no se limitó a andas procesionales, teniendo como ejemplo magníficas insignias y enseres de la archicofradía de Expiración, creados en esa década.

Estos encargos externos, y sus brillantes resultados, marcaron una senda a seguir por muchas cofradías malagueñas y que Casielles recorrió con ellas. En 1955 la cofradía del Prendimiento le encarga el diseño para el manto del Gran Perdón.

Nunca escondió su admiración por Sevilla, a la que viajó en numerosas ocasiones, empapándose de la obra de referentes como el innovador bordador y diseñador Juan Manuel Rodríguez Ojeda o el orfebre Cayetano González. Así fue su aprendizaje, observando. Descubre en la Semana Santa de Sevilla su proporción, acorde con las imágenes y no con las avenidas. La imagen debía ser lo más importante, restando todo exceso ornamental sin sentido alguno. En aquellos viajes conoce a Manuel Villarreal, que acababa de abrir taller propio en el barrio de Triana en 1954. Le encarga para su hermandad de la Cena la placa de estandarte, la del guión y la Inmaculada para el simpecado, vinculándose con este taller como delegado comercial en Málaga. Relación en la que se cimentaron las críticas recibidas, no en su arte.

Siguiendo la referida senda, los encargos se sucedieron en la década de los sesenta y setenta, diseñando para gran parte de las cofradías mantos, palios, estandartes, coronas, sagrarios, guiones, etc. Entre ellos, valiosos enseres para la cofradía del Mutilado. Respecto a los tronos, prácticamente los monopoliza desbancando a Pérez Hidalgo. Los tronos que diseñó continúan procesionándose, aunque la mayoría han sido alterados: Penas (1964); Rosario y Prendimiento (1965); Rocío (1966); Gracia y Esperanza (1969); Paz, Huerto y Trinidad (1971); Gran Perdón (1974); y la idea base del trono de Dolores de San Juan (1978).

Casi todos de un volumen mayor al del ideal del autor. Es en el de las Penas en el único en el que Casielles puede plasmar plenamente su concepción artística, buscando un espacio más reducido, adecuado en las proporciones al tamaño de la imagen. Proporción y armonía que caracterizaron sus diseños, al igual que sus dragones.

Su influencia en estas décadas iría más allá, ya que contribuiría decisivamente a la evolución de un modelo estético seguido por determinadas hermandades. Quería una Semana Santa donde el detalle fuera la culminación de la obra y donde primara el buen gusto. Su repercusión llegó hasta el punto de motivar la sustitución de imágenes, como la Virgen de las Penas o la Trinidad. Ello propició la llegada a nuestras cofradías de artistas hispalenses como Eslava Rubio o el genial Buiza, quien había realizado ya las pequeñas esculturas del cajillo del trono de las Penas.

En los últimos años de su vida, fue esencial su papel en la reorganización de la cofradía de la Humildad. Murió en junio de 1981, quedando múltiples proyectos sin ejecutar, como los tronos peanas para Viñeros y Huerto, o el del Nazareno del Paso, inspirado en el paso de Pasión de Cayetano González, cuyos faroles sí se ejecutaron por el Monte Calvario. Descansa en la cripta columbario de las Penas quien propiciara una apertura y evolución estética, tendiendo un puente con Sevilla que benefició a nuestra Semana Santa, incrementando su patrimonio artístico. Influencia que se unió a las numerosas aportaciones externas ya recibidas (Luis de Vicente, Pío Mollar, Navas Parejo, Benlliure, Capuz, Granda, Seco Velasco...), las cuales, sumadas a lo local, conforman probablemente la mayor de nuestras riquezas.