Hubo una época en la que me cerré en banda a todo lo que tuviera que ver con lo cofrade. Coincidió con un tiempo en el que veía politicofrades por todos lados. Me acercaba y solo sentía que quienes se llamaban cofrades buscaban en esto un trampolín para salvar el escalón de la mediocridad. Y algunos siguen en esas. Sin embargo, de un tiempo a esta parte me he reencontrado con lo bonito de ese mundo. Sin obviar que sigue habiendo puntos negros que -desde mi punto de vista- hay que remover.

Vayamos a lo bueno. Desde que colaboro en el programa de televisión Guión me he topado con maravillosas personas con ganas de aprender y enseñar. Derribar prejuicios es una tarea dificilísima, pero que se puede conseguir ahondando en las relaciones. Igualmente, desde que he vuelto a pasear por mi hermandad he visto que hay gente que no necesita rimbombantes cargos para disfrutar del día a día de una hermandad. No hay nada más importante que ser humilde por naturaleza. ¡Ay, cuánto tengo que aprender de esos que están en el segundo plano! Por eso digo que estoy redescubriendo -en la supuesta madurez- un nuevo punto de vista cofrade. Tomar distancia y ver las cosas desde otra perspectiva es siempre una buena decisión. Ahora, empezando de nuevo, conozco y reconozco perfiles que antes se me antojaban imposibles o invisibles. En la hermandad a la que pertenezco hay gente que me ha hecho abrir los ojos quitándome una venda auto impuesta. Gente a la que veréis en los papeles rara vez, porque no se pelean por una foto, sino que pelean para dar ejemplo y se abruman cuando alguien les da una palmada en la espalda por el trabajo bien hecho. Redescubrir a los actores secundarios, a los tramoyistas, me ha llevado a mis tiempos de niño, en los que era capaz de disfrutar de la vida de hermandad. Gracias por haberme llevado de nuevo a esa época.

Coda: Repito una de pasados años, pero con más sentido: «El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido» (Lc 14, 11).