Ahora que se habla de las procesiones piratas que aparecen en Sevilla, no podemos olvidarnos de que nosotros aquí hemos tenido y tenemos a más de un pirata y, lo que es peor, a algún que otro corsario. La diferencia es significativa: si los piratas actúan por su cuenta y riesgo, los segundos se han ganado a base de dinero y prebendas su «patente de corso» cofrade. No demos nombres, que señalar está feo. No seamos mártires de nuestra propia medicina. Procesiones extemporáneas, con acompañantes a sueldo y barrabasadas varias.

En los barrios hay de todo, desde cofrades aburridísimos y más rebotados que una bola de pinball hasta señoras pías que le rezan al Señor de la tienda de ultramarinos. Pero en el Centro no nos quedamos cortos, hay quien ha aprovechado el Corpus para salir desde un callejón, o aprovecha las vísperas para pasear una imagen particular. Es para sentarse a pensar. Porque si echamos la vista atrás, no olvidemos aquella atrocidad de sacar una procesión con la Virgen de un restaurante. Cosas que pasan, diríamos. Pero pasan en Málaga y Málaga (la cofrade, que la forman cuatro o cinco) pasa.

Lo último que se puede tolerar es que haya quien juegue a las cofradías. ¿¡Es que no tenemos suficiente con los que juegan dentro de hermandades ya existentes!? Estamos perdiendo el norte en muchos frentes y hay que poner pies en pared. Y eso es, sin duda, responsabilidad de todos y cada uno de los que tienen responsabilidad en el mundo cofrade. Todos tenemos nuestra parte de culpa, de responsabilidad y de fuerza para cambiar el rumbo. Sí, aunque se nos haga difícil ver cómo hay quien arregla todo con el dinero. Al final vamos a convertir esto en una industria cuando debería ser pura artesanía.

Coda: Fue en el siglo XVI cuando los corsarios de la Reina atacaban en los mares. Ahora sigue habiendo piratuelos con patente de corso.