Se contaron por miles, decenas de miles, las personas que acudieron ayer a participar de la festividad de Jesús de Medinaceli, como es tradicional el primer viernes de marzo. Este año, en cambio, con un nuevo escenario. La iglesia del Santo Cristo de la Salud, en la calle Compañía, donde se encuentra la imagen tras ser trasladada desde la iglesia de Santiago por las obras de rehabilitación que están ejecutándose en ese templo.

Es difícil hacer un cálculo aproximado de cuánta gente pasó por la iglesia del Santo Cristo, aunque se estima que superaron ampliamente las 70.000 personas durante las quince horas en las que la iglesia del Santo Cristo estuvo abierta.

Una cifra que supera a la registrada el año pasado y que es una buena muestra de la pujanza de esta devoción, nacida en el siglo XVI pero que ha arraigado con fuerza entre los cristianos.

Las puertas se abrieron a las ocho de la mañana y ya se empezó a notar una importante afluencia de personas, que participó en la misa oficiada por el párroco de Santiago, Francisco Aranda. Tras el final de la eucaristía se organizó el interior del templo para intentar facilitar la llegada de devotos, teniendo en cuenta el menor tamaño de esta iglesia respecto a Santiago. Un pasillo hecho con bancos circundaba la planta circular del Santo Cristo, mientras en el exterior se formaba una cola que pronto alcanzó la calle Santa María tras cruzar todo el lateral norte de la plaza de la Constitución.

Esta tradición también concitó a muchas personas de los pueblos de alrededor, tanto de la costa como del Valle del Guadalhorce, que se acercaron al Santo Cristo.

Esta fue la tónica de todo el día. Largas colas y esperas pacientes de un numeroso público, que poco a poco fue accediendo al interior del templo, donde Jesús de Medinaceli esperaba en el altar. Unos segundos delante de la imagen, tres monedas de igual valor y las famosas peticiones de ayuda al Señor formaban la habitual retahíla de palabras susurradas y movimientos casi mecánicos frente a esta imagen. Cuatro siglos después la tradición se mantiene con los mismos gestos y la misma devoción. Es el milagro anual de esta advocación, muy presente en el día a día de muchos malagueños que acuden este día a compartir sus penas, cuitas y preocupaciones.