Cuando ya las palmas despuntan en el horizonte semanal, la mente y el espíritu del cofrade sólo vislumbran nazarenos y tambores. Es la inevitable emoción ante el sueño mil veces repetido y cuya materialización por fin se acerca.

Sueños de Semana Santa se titula precisamente la exposición que hasta el 29 de marzo puede contemplarse en la Sociedad Económica de Amigos del País, en la plaza de la Constitución. Si sólo por admirar el edificio dieciochesco, rara avis que conserva su lozanía, ya es recomendable acudir, en este caso lo resulta doblemente. Se trata de una muestra fotográfica. Pero no una más de tantas sobre nuestras procesiones. Ésta es distinta. Más que sueños, el consagrado artista de la cámara Ricardo Ballesteros nos presenta una serie de ensoñaciones oníricas encabalgadas sobre la realidad.

Auténtica obra de autor, éste no se conforma con captar escenas de plasticidad y belleza, sino que, mucho más allá, excita la imaginación del espectador dejando volar libremente la suya. Maestro del diseño gráfico, no falsea la imagen, no la complementa ni la limpia, o sea no engaña, sino que abiertamente la recrea y la transforma para sugerir e insinuar. Transgrede sin herir. Estimula a pensar sin desafiar. Medita plásticamente e invita a reflexionar con serenidad y libertad. Incita, sí, incluso a soñar.

Cuando hoy no faltan pretendidos artistas que usan la provocación y el retorcimiento de la religión como fórmula de éxito facilón, sustentado en el escándalo, sorprende gratamente que coexistan autores, y además autores locales, capaces de proponer respetuosamente ideas nuevas sobre el soporte visual y real de la tradición más añeja. Causar ese efecto sin recurrir a la blasfemia o la degradación, como tampoco al servilismo o la adulación, implica una capacidad y una valía creativas raras por escasas.

Ballesteros expresa sus ensueños para alentar los nuestros. Por eso, tras admirar sus creaciones, tengo para mí que el próximo domingo, además de disfrutar con los nazarenos de siempre, quizá logre intuir algo más en ellos. Un añadido e inesperado aliciente para impacientarme.