Hay una nada que envuelve al todo. Y que, a su modo, todo lo llena.

Hay vencejos dibujando garabatos estratégicos en el aire. Hay una estampida de caballos despavoridos en los cuatro frentes de la trinchera. Hay cirios sacramentales como espadas en alto conformando una avanzadilla en tiralíneas. Hay un campo de batalla donde brotan lirios en cada testamento de sangre que sucumbe a la envestida de la gravedad. Hay un escuadrón ruán en orden marcial. Hay un velo roto como divisa de una causa inmemorial. Hay saetas que se disparan como flechas desde los balcones. Hay un carro de combate forjado en caoba y bronce. Hay poesía en el duelo, y a duelo doblan las campanas, conformando verso a verso la misma elegía de cada año. Y la nada, a su modo, todo lo llena.

Hay un sermón escrito en el papiro indeleble de una carne rota. Hay una profecía murmurada en el último hálito. Hay un silencio en el furtivo avistamiento desde las callejuelas. Hay una tregua a tanta guerra en el duermevela de una testa sobre unos hombros derrotados. Hay calma esparcida por unos músculos en paulatina rendición. Hay una bandera blanca en el caudal transparente de un costado abierto. Hay un emblema de paz alzado por tres clavos en un madero. Hay un ‘alto el fuego’ permanente de veintiún siglos en una mejilla amoratada de tanta ofensa y tanto golpe recibidos en su nombre. Hay un orbe entero claudicando síncrono a la hora nona. Hay un pulso incontenible en cada cuerpo. Hay una pena que se evapora y una melancolía cosiéndose puntada a puntada a cada minuto que se bebe la noche enlutada. Y la nada, a su modo, todo lo llena.

Hay una guerra en la que el vencedor da la vida por sus amigos. Los de antaño y los de ahora. Hay refugiados sirios manando en las llagas. Se derrama Palestina en una frente de espinas robadas por las golondrinas. Hay un beso santo en el abismo de cada herida. Hay banquetes de mendigos y mansiones de indigentes a la sombra de unos pies taladrados a cada conciencia. Hay inmigrantes hundiéndose en el mar estrecho de unos ojos entornados. Hay un porqué narrado a lo largo y ancho del libro prometido de una espalda lacerada. Y la nada, a su modo, todo lo llena.

Hay una Redención desde un aspa lignaria inmortal. Hay un todo, no siempre comprendido, alzando sus extremidades al mundo, con el corazón apagado en el pecho y el alma latiendo allá por donde extiende su cruzada sin prisas, pero sin pausas. Su guerra ha terminado. Y la nada, a su modo, todo lo llena.

Pero ese todo entre la nada, a su modo, a la nada sepulta. Ha vencido.

Corazón, será solo en tres días cuando vuelvas a latir. Se acabó. No sufras más. Duerme.

@Miguel_228