El pregón de la Semana Santa suele ser la voz de un cofrade, que suena fuerte y con el protagonismo que le da la singularidad sobre el escenario. Es su voz ante el mundo cofrade. Antonio Guadamuro, veterano periodista, docente, cofrade y malagueño, le dio la vuelta a esta idea y planteó un pregón coral, diverso, con muchas lecturas y con el ritmo de un programa de radio. Cambios de voces, música mezclada con las intervenciones, dos dibujantes pintando al fondo, representaciones de una clase... Por momentos recordaba a esos viejos programas de radio que se grababan en un teatro y eran todo un espectáculo sonoro. Guadamuro intentó recuperar ese espíritu y trasladarlo al pregón.

El pregón destacó por dos elementos que marcaron su desarrollo. Por un lado estaba el profundo mensaje de fondo que quiso transmitir. Valiente, con cierto punto provocador, irónico y a la vez con hondura, sin pelos en la lengua e invitando al público a mojarse. Tocó aspectos polémicos como el laicismo, la participación de la mujer en las cofradías, el papel de los jóvenes, la presencia de los militares en los cortejos, las mejoras patrimoniales, las divisiones internas en las cofradías, la religiosidad -o falta de ella- en las salidas penitenciales, la creación del Sábado Santo (propuesta que no fue aplaudida por el obispo de Málaga, Jesús Catalá) o la instalación de una escultura al nazareno, que ya había sido reclamada por Pedro Merino en su pregón de 2007 y que todavía no ha sido asumida por la administración.

Pero el mensaje directo, el leído en el pregón, fue sólo una parte. La puesta en escena jugó un papel importante en este pregón largo, muy largo, de dos horas y 20 minutos y aplaudido en 40 ocasiones. Sabedor de la extensión, planteó casi un espectáculo sobre las tablas del Cervantes. Intervinieron Ana María Flores, Francisco J. Jurado Coco, Eugenio Chicano y Antonio Garrido Moraga, cada uno de ellos hablando de sus propias devociones (La Paloma, El Rico, Zamarrilla y la Esperanza, respectivamente).

Pero no sólo la palabra fue de ellos. La puesta en escena también contenía gran parte del mensaje que quería transmitir Antonio Guadamuro. La cruz de la Agrupación de Cofradía, escoltada por dos faroles, adornaban un escenario donde destacaba una recreación de un aula. El Guadamuro docente estaba allí presente y no como recurso visual, sino muy activo. Once jóvenes entraron a mitad del pregón y se sentaron allí. Guadamuro, en ocasiones, asumía el papel de profesor que corregía un trabajo de Semana Santa. Hablaron Ana María Serna y Álvaro Van Der Pool, dos antiguos pregoneros infantiles, que él organiza desde hace diez años.

También hubo música, con la saeta de Antonio Cortés y las marchas de la Orquesta Sinfónica Provincial, que interpretó el Himno de Coronación de la Esperanza y el Poema Sinfónico, de Perfecto Artola y con la colaboración de la Coral de San Estanislao.

La presencia de Idígoras y Pachi, pintando un cuadro de Jesús en directo y que será subastado para fines sociales, aportó otro punto de originalidad, como llevar el arco de campana de El Rico que sonó con fuerza en el Cervantes.