Pese a la trascendencia, Trinidad García-Herrera, archivera de la Agrupación de Cofradías, recalca que apenas se ha tratado en estudios el control policial y gubernativo de las cofradías durante el Franquismo. Un control que aunque fue especialmente férreo en los años 40, «duró hasta los años 60 y el pedir permiso para las reuniones, hasta los 70», precisa.

El Archivo de la Agrupación de Cofradías conserva la copia de los informes policiales cofrades, cuyos originales se encontraban en el antiguo Gobierno Civil y hoy en el Archivo Histórico Provincial.

El control policial, recalca Trinidad García-Herrera, «demuestra que las cofradías estuvieron controladas y que no tuvieron ningún privilegio».

Además de pedir permiso para todas sus actividades, las juntas de gobierno de las cofradías debían pasar el visto bueno de la Policía de Málaga. En esta línea, en el año 42 un informe da el visto bueno a los integrantes de una conocida cofradía, porque «están considerados como personas de buena conducta en todos los sentidos, católicos, de orden, sin antecedentes desfavorables y afectos a la Causa Nacional», con la excepción de un hermano, casado y de profesión industrial, al que el informe considera «persona de dudosa conducta moral, invertido y con antecedentes por faltas a la moral», circunstancias que impedían formar parte de la junta de gobierno.

En otras ocasiones, el visto bueno global recalcaba la situación socioeconómica de los cofrades. Así, en enero de 1942, de otra veterana cofradía se repasan los nombres y profesiones de los hermanos y se comenta que «gozan todas de buena conducta en todos sentidos, religiosos y patriotas; en su mayoría son de clase modesta, no obstante está considerada esta Cofradía como una de las más admirables».

No recibió idéntico plácet en enero del 44 un hermano soltero, que además de «mala conceptuación pública y privada siendo muy aficionado a la bebida alcohólica», había sido detenido en varias ocasiones «por fingirse Agente de Policía y escándalo y embriaguez».

En estos informes pasan por la lupa nombres muy conocidos de la época. De uno de ellos, un imaginero, la impresión policial es favorable: «Al ser liberada Málaga no huyó continuando dedicado a su profesión de escultor gozando de gran simpatía por sus trabajos de escultura de Imágenes. Está muy bien conceptuado en su vida pública y privada», dice el informe, fechado en marzo de 1944.

Como era de prever, en estos dosieres se insiste mucho en el comportamiento político durante la II República y la Guerra. De uno de estos hermanos, que pasó el visto bueno, se cuenta que era de Falange y que el 18 de julio de 1936, «al declararse el estado de guerra en Málaga se encontraba en el lugar que le habían ordenado los jefes de su escuadra y Falange, actuando durante toda aquella noche como enlace entre las fuerzas del Ejército retirándose con las fuerzas al cuartel y cuando así lo hicieron, teniendo luego que salir de dicho cuartel disfrazado una vez fracasado el Movimiento, siento detenido una tarde por los marxistas». Vida y milagros de los cofrades malagueños en unos informes que solían concluir con la frase «Por Dios, por España y la Revolución Nacional Sindicalista».