El 6 de agosto de 1978 Clemente Domínguez se autoproclamó Papa de la Iglesia Católica. Un cofrade chiflado que decidió montarse un chiringuito propio tras la muerte de Pablo VI. La voltio, como le llamaban en los ambientes gays sevillanos, excomulgó a Juan Pablo II y se quedó tan pancho. ¡Cómo son estos cofrades! Tantas veces centrados en lo exclusivamente estético que dejan lo espiritual en el cajón de debajo de los alfileres y los tornillos. A Clemente le dio por montar una Semana Santa propia con mucha sensibilidad y una basílica a medio construir.

Gracias a Dios, lo de Clemente fue una raya en el agua. Sin embargo, uno se asoma al balcón y escucha o lee a algunos cofrades y se le cae el alma a los pies. Hasta el punto de ver en Twitter, frotándose los ojos, que un cofrade ha escrito: «Hace 4 años que la Iglesia católica se quedó sin Papa». Este lunes se cumplían cuatro años desde la elección de Francisco como Papa.

Si es porque el actual es un pastor demasiado progresista, quizá debieran valer las palabras de Escrivá de Balaguer en Camino que aconseja: «No hagas crítica negativa: cuando no puedes alabar, cállate». Sobre todo porque tanto llama la atención que haya no creyentes en las cofradías como que haya ultras. Está claro que al cofrade esteta le queda corto el traje de cristiano -seguidor de Cristo- que nos regala Francisco. Habrá quien prefiera el trampantojo del traje de lujo, oropel y misa en latín que nos ha presentado algún cercano precedente local. Pero los pastores tienen que oler a oveja, no a banquetes en casas de ricos por más que le choque a los del folclore.

Coda: «En la cultura predominante el primer lugar está ocupado por lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial. Lo real cede lugar a la apariencia», de Francisco, Papa, en Evangelii Gaudium.