Esta Cuaresma se está sucediendo como una de las más agitadas en las redes sociales. A cualquier opinión hay un millón en contra. Ahora que por fin se están esclareciendo muchas actitudes que en años anteriores serían impensable reconocer públicamente -sí, hablo de la falta de portadores y nazarenos- y cuando el gesto de contarlo se hace con total normalidad, las opiniones se radicalizan y se inclinan hacia los extremos con una vehemencia que da hasta miedo. Las oposiciones cofrades en general siempre se han quejado de las censuras que existen sobre sus juicios o las que se ejercen desde el poder cofrade, pero no voy a quedarme en estas, voy más allá: la autocensura sorda. Dados los niveles de radicalidad y ´verdad verdadera´ que esgrimen muchos en las redes sociales, desde simples capillitas, cofrades o periodistas, somos muchos los que hemos decidido no opinar. Autocensura. Mi opinión puede tener o no valor, puede ser equivocada o acertada, pero no sirve y sobre todo no me sirve de nada meterme en berenjenales de los que sin duda no sacaré nada en limpio y no servirán excepto para tener tras de mí una serie de hooligans cofrades que aprovecharán para tener otro hilo sobre el que jurar en arameo. Se ha perdido el arte de la discusión, del debate enriquecedor, de aquel que pueda sacar algo de provecho donde reconocer errores e intentar mejorarlo sea mucho más productivo que ´ganar´ el debate a fuerza de improperios, acoso y derribo del contrario. No se trata de ´hacer bandos´ se trata de informar, debatir, discutir y si fuera posible aplicar las mejoras, no se trata tampoco de un debate tipo aula magna donde uno expone y cien escuchan con ´ruegos y preguntas´ al final. Se trata de escuchar -algo que se ha perdido- y replantearte y razonar las respuestas de otro para debatir o refutarlas si fuera preciso. En el fondo creo que es un tema educacional y religioso -pues un mínimo de caridad cristiana recortaría muchas lenguas o dedos- que se nos ha ido de las manos. Quizá ahora es cuando más valor cobra aquella frase de ´Valgo más por lo que callo que por lo que hablo´.