Cuaresma, un año más. Y parece que, al margen de un par de chascarrillos, iniciamos la travesía con asuntos cofrades de amplio consenso; amplio, que no unánime -claro está-. Un cartel aplaudido, un prometedor pregonero. La celebrada decisión de los hermanos del Santísimo Cristo Mutilado de restaurar la imagen restituyendo su anatomía original, en aras de una futura reintegración de la hermandad en la vida cofrade pública de la ciudad, acompañados por su flamante titular mariana. Senda ésta que, de forma discreta, apunta a un ilusionante carisma cofradiero. El tiempo, que lima, pule y oxigena, parece soplar a favor de esta corporación que se rejuvenece y, al fin, mira hacia delante. Igualmente, la esperada y sensata determinación de la Agrupación de Cofradías no admitiendo el ingreso en San Julián de la Hermandad de Jesús de Medinaceli; motivos sobran. Y es que, si de por sí resulta casi imposible intervenir o regular la existencia y actividad de determinadas pseudohermandades, alguna de las cuales ha logrado prosperar -caso de la citada- hasta el punto de haberle sido aprobados unos estatutos por la autoridad eclesiástica, supone un alivio comprobar que, de momento, no encontrarán en la Agrupación el crédito que les proporcione un ascenso meteórico y artificial. No menos relevante es la apuesta de la Hermandad de la Crucifixión de recuperar el carácter austero y penitencial del Vía-Crucis oficial del primer viernes de Cuaresma. Otro de los asuntos que, en charlas y tertulias, parece convencer a numerosos cofrades. Algunos, sin embargo, habrán echado de menos poder disfrutar de una procesión con todos sus avíos, recorrido extenso y música atrayente. Que no se apuren, los traslados llegarán en unas pocas semanas, como un torrente imparable, para contento del respetable. En cualquier caso, ojalá se oficialice definitivamente este modelo, cosa harto complicada en esta ciudad de metamorfosis constante y gozo por la moda. Ojalá más rezos públicos del Vía-Crucis con imágenes titulares -rezando, sí, en la calle- dejando de lado vacuos entretenimientos en una agenda cofrade saturada. Cuaresma, un año más.