Controvertido cartel el editado este año por la cofradía de Estudiantes para anunciar su procesión. Su autor, el reconocido arquitecto y diseñador José Oyarzábal, sólo nos presenta ocho púas en círculo a punto de rasgar la tela carmesí que las oculta. Se trata de una obra conceptual. Una alegoría inversamente simbólica para los iniciados, pues aquí lo plasmado, los pinchos bajo el tirante tejido grana, alude a lo naturalista y concreto: Cristo Coronado de Espinas y su clámide. Mas el lienzo también supone un críptico acertijo para los inexpertos en temática semanasantera. Apenas las palabras «Málaga Semana Santa 2018» aportan una pista, pues el sustantivo cofradía ha sido omitido junto al nombre de Estudiantes. El propio autor ha aclarado que su cartel «es más vehículo de emoción que de devoción; de la emoción del sufrimiento de Jesús, que es la razón de la devoción a su imagen». Caramba. La conceptualización de un sentimiento como expresión plástica es apreciable y puede agradar y ser comprendida o no, pero lo insólito, tratándose de lo que se trata, es la explicación del artista. A lo peor yerro, pero creo que la razón de la devoción a una imagen pasionista de Cristo no radica en el sufrimiento. Ése sería un culto sádico y estéril. Nunca he conocido un devoto que no mire, y vea, más allá del dolor de Jesús. Lo conmovedor no es el padecimiento de Cristo, sino su causa, que es la redención de la humanidad. Lo atrayente no es el desgarro del Señor, sino su libre aceptación por amor, que comporta un relato mucho más complejo: su naturaleza de Hijo de Dios, nada más y nada menos. La transmisión de emoción es importante, pero no suficiente como expresión de un mensaje religioso. La emoción estética puede provocarla un cuadro, una escultura o una sinfonía, pero ni ésas ni otras obras de arte equiparables conllevan idea de trascendencia alguna ni alientan ni confortan las vidas de quienes las contemplan o disfrutan. De ahí que sea imprescindible, vital, que las procesiones y la actividad de las cofradías graviten y se fundamenten en la devoción a sus titulares, o sea a Quienes representan. La fe, la confianza en el Señor y su Madre que implica la devoción íntima y de veras, ha sido hasta ahora nuestra piedra angular. Si algún día dejara de serlo, conmigo que no cuenten. Soy cofrade, no tramoyista ni figurante de ópera.