Esta mañana no me apetece escribir sobre asuntos «capillitas». Me apetece hablar de la ciudad. A tan sólo unas pocas horas del Domingo de Ramos, la suerte está echada. Pendientes del cielo -y del suelo, a ver qué nuevo líquido esparce Limasa que no nos haga resbalar ni estropee el bajo de las túnicas de los nazarenos-, apuramos los últimos sorbos de una Cuaresma extraña, diferente, ¿anodina? Con la Semana Santa en ciernes, la ciudad parece estremecerse en torno al centro histórico, ante todo el aparato dispuesto ad hoc para la salida de nuestras cofradías y el desarrollo de sus estaciones de penitencia, con sensaciones contrapuestas. Satisfechos, de un lado, con esperadas medidas, como la prohibición y retirada de sillas o asientos particulares en la vía pública, o la gestión del Centro de Coordinación Operativa (CECOP), llamado a intensificar la seguridad durante los días santos. Agradecidos, por el guiño de nuestro Ayuntamiento que promueve el apagón de luminosos y escaparates -qué bueno si, además, se cortase el alumbrado público cuando se pide-, solicitando el desmontaje suficientemente anticipado de las tropecientas terrazas que inundan las calles del centro de Málaga -veremos a ver-, cual infranqueable selva, que con frecuencia nos despojan de nuestro derecho peatonal en beneficio de una licencia comercial. La ciudad, ya se sabe, hace tiempo que se orientó sin reservas hacia una descomunal oferta turística, generándose situaciones que, me van a perdonar, resultan disparatadas, como por ejemplo el despliegue dispuesto para la llegada del súper crucero que atracará en Málaga el próximo Martes Santo, con honores propios de los mismísimos Reyes Magos, fuegos artificiales incluidos -sólo en Málaga podrían convivir estos fenómenos-. ¡Toma ya! Que sí, que detrás habrá impacto, proyección, imagen y todo lo que se quiera, pero es ridículo. Chocante, como el desbarajuste de última hora provocado por las obras en Tejón y Rodríguez y la poca falta de planificación para haberlo previsto. En cualquier caso, aquí acaba este último tramo de mi Cuaresma. Un placer, de nuevo, haber sacado punta al capirote en estas líneas. Que tengan buena semana.