Fervor y emoción. Ésos eran los sentimientos que se respiraban el viernes durante las procesiones en toda la provincia de Málaga. Como siempre, cita especial en El Palo: nadie se quiso perder a la patrona de los marineros, desde los más pequeños a las personas de más edad. Bajo un sol de justicia, comenzó la procesión en esta barriada malagueña; por esta razón no era difícil ver a más de una persona agitando un abanico o bebiendo un poco de agua para intentar sobrellevar lo mejor posible la situación. La misa que se celebró con anterioridad a la procesión, congregó a un gran número de personas, que incluso tuvieron que escucharla desde la calle.

Casas ataviadas con mantones en los balcones o con imágenes de la Virgen de los pescadores fueron preparadas para este día tan especial, el día de la Virgen del Carmen, su patrona. Muchísimos marengos acompañaron a la imagen durante su recorrido, sin importarles el calor o que hoy tuvieran que madrugar. Ése fue el caso de Paqui Soler, quien junto a sus hijos hizo el recorrido procesional vestida de marenga. Mari Carmen Luque participó por primera vez como portadora de trono con 17 años. Fue la primera vez en la que las mujeres de la Hermandad de Nuestra Señora del Carmen de El Palo llevaron a su Virgen. Así, recordó que les costó «mucho trabajo» porque sólo eran 20 mujeres. Pero para ella y para sus compañeras, eso no importa porque ver a la patrona de los pescadores por sus calles «es lo más grande que se puede sentir».

Maribel Rodríquez es otra marenga que espera con emoción este día. Aunque hoy tenía que trabajar se quedó en la iglesia ayudando a limpiar después de la procesión, momento en el que bajan la imagen del trono «y la tienes a la altura de tus ojos»: «Es muy emocionante», resaltó.

Cambio de escenario. Desde las seis y media de la tarde, marengos y vecinos de Pedregalejo esperaban impacientes a las puertas de la iglesia del Corpus Christi para celebrar la misa por la Virgen del Carmen. La misa estuvo acompañada por las canciones del Coro de Nuestra Señora y todos los fieles de la reina de los mares. Pasadas las siete, salían del templo los portadores del trono, vestidos de marengos con el tradicional fajín rojo y las medallas del Carmen al cuello. Ellas con falda negra, blusa blanca y el pelo adornado con biznagas. Todos los vecinos esperaban con ilusión y al grito de «¡Viva la Virgen del Carmen!» que el trono comenzara su paseo por las calles del barrio, entre dos filas de marineros que la saludaban alzando sus remos de madera y la ovación de los fieles.

Bajo un calor sofocante, muchas mujeres aguardaban con lágrimas en los ojos que la imagen saliera del templo y aplaudían con fervor a la patrona de los marineros. Desde los vecinos más jóvenes que, con apenas tres años ya son vestidos de marengos por sus padres, hasta los de edad más avanzada, todos disfrutaron de la festividad y del ambiente que allí se vivía. La mayoría de ellos son de tradición marinera: Bien sus padres, abuelos, hermanos o maridos llevan toda la vida dedicados a la pesca y para ellos esta procesión se vive con mucha más emotividad y devoción que cualquier otra porque, como decía una señora entre la multitud, «ella nos protege».

Luego, el paseo hasta la playa. La procesión continuó su habitual recorrido hasta el Arroyo de los Pilones, donde los marineros habían preparado con esmero una barca adornada con guirnaldas de claveles rosas, farolillos y clavelinas blancas. Y, así, entre olores y sabores marineros, entre los colores de una Málaga engalanada, se cernía la noche, una de las más sentidas en la ciudad y la provincia. La de la Virgen del Carmen.