Aunque en Pedregalejo todo el mundo le conoce como Pepe Molina, su verdadero nombre es José Soler. En su familia la tradición marenga se lleva en la sangre, ya que sus padre, tíos, primos... han estado siempre en el rebalaje (la orilla de la playa), como los verdaderos marengos.

Es tal su amor por el mar que asegura: «Si tuviera que serle infiel a mi mujer, sería con el mar». «Soy el más feliz del mundo, sin un duro, pero feliz». Además, subraya: «No tengo sangre en las venas, tengo agua salada y salitre»

A sus 74 años, Pepe no perdona un día sin ir a la playa y reconoce que «no podría vivir sin tener la mar cerca». Aunque ayer se celebró el Día de la Virgen del Carmen, la patrona de todos los marineros y pescadores, para él esta festividad se prolonga durante todo el año.

Su chalana, a la que ha llamado Vamos con Dios, requiere de muchos cuidados por su parte para que el sol y la brisa no la agrieten. Por esta razón, todos los días por la mañana temprano la baldea. El marengo, que dice todo el tiempo «con Dios y con la Virgen del Carmen», tiene un lugar especial en su barca para la patrona de los marineros, una imagen en la proa.

«Los auténticos marengos viven de lo que da la mar», resalta Pepe. Antiguamente, «tenían las manos encallecidas» e iban descalzos incluso en invierno; tal era la dureza de estos hombres que «pisaban un clavo y se doblaba».

Con la imagen de la Virgen del Carmen en el cuello y las agujas e hilo de las redes en el bolsillo de la camisa, Pepe asegura que «la mar es lo más peligroso del mundo» y recuerda que un tío suyo, «un gran marengo», se ahogó en el año 1949 en un barco de cerco, debido a un temporal. Fue su maestro: «Todo lo que sé lo aprendí de él».

Para Soler, la Virgen del Carmen «es lo más grande del mundo» y en su casa un día como el de ayer se vive muy intensamente, «con mucha emoción y nervios». Se convierte en el centro de todo el barrio, ya que además de su familia acuden los vecinos a que su mujer, María Josefa, les ponga el fajín del atuendo marengo. Es más, hasta el torero Ricardo Ortiz se vistió de marengo en una ocasión en su casa. Toda su familia se engalana para el día de su patrona: desde él, por supuesto, hasta sus nietos, incluso la más pequeña, que tiene cuatro meses también tiene el traje típico marengo. Con sus nietos recuerda los días de la Virgen del Carmen de su infancia recuerda que iba a verla a El Palo, porque en Pedregalejo no había procesión. «Nos juntábamos diez chiquillos e íbamos corriendo por el rebalaje en cueros y negros como el tizón. Me fijaba en todo».

Devoción

Tal es su devoción por la Virgen del Carmen que junto a tres personas Soler creó la Hermandad Virgen del Carmen de Pedregalejo, de la que fue Hermano Mayor durante varios años pero «con mucha humildad y sencillez».

La primera vez que en Pedregalejo sacaron a la Virgen del Carmen en procesión, lo llevaban todo de prestado. Ahora, las cosas han cambiado y ya disponen de todo lo necesario para hacerlo. Y así, Pepe Soler, o Pepe Molina, sigue emocionándose cada año, especialmente cuando colocan a la patrona de los marineros en la barca Santa Cristina, se le hace la ofrenda de una corona de laurel y se guarda un minuto de silencio por los que se han muerto en la mar. «Me trago las lágrimas, lloro interiormente», asegura.